Viene con 425 mil millones… y con X.
Por Témoris Grecko / Mundo Abierto en colaboración con Peninsula 360 Press| Foto: Jim Watson| ene 07, 2025.Compra hostil, desinformación y asedio masivo sociodigital: estas son las tácticas que Elon Musk está empleando para apoderarse de la democracia en Estados Unidos y Europa. Por lo pronto, es previsible que buscará intervenir también en el resto de América y otros continentes. Y ha dejado bien claro que está empeñado en adquirir políticos y partidos para llevar a las extremas derechas al poder.
No a cualquier extrema derecha: a las que se sometan a su voluntad.
Los neonazis de Alternativa por Alemania y otros aspirantes a su apoyo financiero harán bien en mirar cómo les corta las barbas a sus vecinos y preguntarse si en verdad quieren poner la propia a remojar. Con base en amenazas públicas y directas, Musk puso en jaque a los republicanos para descarrilar las negociaciones sobre el presupuesto federal. Y en el Reino Unido, sobre la promesa de millonarias donaciones para el partido ultra Reform UK, le está exigiendo cambiar de líder.
Aunque ambos están hambrientos de atención, hay diferencias fundamentales:
El retorno de Donald Trump a la Casa Blanca es una tragedia para su país y para el mundo. Pero sus 78 años combinados con su obesidad, y el mandato constitucional le imponen un límite temporal a su influencia, su riqueza es de “apenas” 5 mil 500 millones de dólares y tiene por costumbre buscar que otros paguen por sus proyectos, en el banco no le gusta apretar el botón “transferir”.
En contraste, Elon Musk tiene solo 53 años, una fortuna 86 veces mayor que la de Trump (474 mil millones de dólares), la red sociodigital X y la más que demostrada intención de invertir enormes sumas de su propio dinero para intoxicar los sistemas democráticos y apoderarse de ellos.
Comprando “América”
Elon Musk hizo una inversión en la campaña electoral de Trump sin paralelo en la historia del mundo: 277 millones de dólares, sus 210 millones de seguidores en X/Twitter y las oscuridades de su red sociodigital para amplificar los discursos favorables a su candidato.
Aunque no ha sido demostrado estadísticamente, es posible que Trump le deba su victoria a su aliado, que enfocó sus recursos en los siete swing-states o estados bisagra que definen la contienda: al menos en los tres del norte, que hubieran revertido el resultado si los hubiese ganado Kamala Harris, la ventaja de Trump fue tan pequeña que se puede argumentar que el factor Musk fue la clave: Wisconsin (0.9%), Michigan (1.4%) y Pensilvania (1.7%). En Georgia, fue de 2.2%.
De inmediato, él convirtió su aportación en influencia política directa e indirecta: consiguió que el presidente electo le inventara un juguete a su medida para intervenir en su administración (llamado caprichosamente Departamento de Eficiencia Gubernamental, o DOGE, en inglés, como su criptomoneda favorita); que le permitiera meter la mano en la política exterior, involucrándolo en tratos con líderes extranjeros; y lo más significativo: que en lugar de contenerlo o reprenderlo por lanzarse al asalto sobre un acuerdo ya cerrado sobre el presupuesto federal, necesario tanto para el presidente saliente como para el entrante, lo validara al tratar de salvar cara declarando que actuó con su aprobación.
Más impactante aún es que nadie le plantara cara cuando usó X para provocar el hostigamiento masivo contra los legisladores republicanos que se rehusaban a someterse a sus exigencias, y sobre todo, que los amenazara con provocar que pierdan sus puestos el próximo año, financiando a sus rivales en las elecciones primarias del partido.
¿Será que el trumpismo se volvió trumpomuskismo?
No muchos lo creen. Los demócratas se han solazado metiendo el dedo en el punto más vunerable de Trump -el ego- hablando de un “presidente Musk” y se cruzan apuestas sobre cuánto tardará el nuevo mandatario en limitar, encerrar o debilitar a su poderoso aliado, y si lo conseguirá («Cuando Elon twitea algo y luego Trump tuitea algo, los republicanos no saben cuál de ellos es su papi”, se burló en un video la demócrata Alexandria Ocasio-Cortez).
Pero nadie imagina que Musk se va a quedar quieto. En los cálculos de los republicanos, para el presente y el futuro, su inevitable y riesgosa interacción con el muskismo ya ocupa un lugar central.
Para los demócratas, también.
A tomar Europa
Como tiene que serlo para el Hemisferio Occidental, al menos.
En el corazón de la Unión Europea, Musk entró directamente a intentar desbalancear el tablero del juego político, en vísperas de las elecciones de febrero, primero con un tweet en el que afirmó que “solo AfD (Alternativa por Alemania) puede salvar a Alemania”, y después con un artículo completo en su apoyo, que hizo publicar nada menos que en el diario Die Welt y su dominical Welt am Sonntag, propiedad del poderoso grupo mediático Axel Springer.
De paso, calificó al canciller Olaf Scholz de “tonto incompetente” (y lo etiquetó como “Olaf Schitz”, jugando con la palabra shit) y al presidente Frank-Walter Steinmeier de “tirano antidemocrático”.
Ese país es fundamental para la UE. Y si el deseo de Musk de impactar en la comunidad de 27 naciones no quedara claro, ya lo había hecho manifiesto cuando llamó “antidemocrático” a su órgano ejecutivo -la Comisión Europea- y abiertamente exigió reformar el balance de poder entre las instituciones del sistema político comunitario.
Del otro lado del Canal de la Mancha, ha estado igualmente activo: por un lado, exigiendo que el rey Carlos III disuelva el parlamento y convoque a elecciones, junto
con la renuncia del primer ministro laborista Keir Starmer, mezclándolo con un viejo caso que describe como “el peor crimen masivo en la historia de Gran Bretaña”. Es una mentira pero Musk he demostrado ampliamente su afición a las fake news, así como su odio contra los medios de prestigio: también está pidiendo que le quiten el presupuesto a la BBC.
Y hasta hace unos días, era simpatizante de Nigel Farage, fundador del partido ultranacionalista Reform UK, al grado de prometerle cien millones de dólares. Pero cuando Musk demandó la excarcelación de Tommy Robinson, un agitador extremista tan ponzoñoso que ni Farage pudo convalidar esa demanda, el dueño de X usó la red para descalificarlo y exigir que lo reemplacen.
Las alarmas están encendidas en Europa (que además enfrenta en diversos ámbitos la injerencia rusa en sus procesos electorales).
Tan cerca de Musk y de Estados Unidos
Al sur y al norte de Estados Unidos, todavía no se conocen intervenciones sistemáticas de Musk. Pero no esconde las ganas.
Lo más escandaloso fue, sin duda, cuando en julio de 2020, en referencia a Bolivia, proclamó que “Le vamos a dar golpes de Estado a quien queramos. ¡Asúmanlo!”
Y lo de mayores consecuencias, su intento de someter al Poder Judicial de Brasil para que sus empresas no pagaran impuestos, que fue enfrentado y detenido con éxito por el presidente Lula.
Además de que, molesto con comentarios del primer ministro canadiense Justin Trudeau desfavorables para Trump, lo llamó «insufrible», anticipó que «no estará en el poder por mucho más tiempo», y después elogió a Pierre Poilievre, un agitador populista que lidera el Partido Conservador de Canadá.
Pero a través del trumpismo, Musk está en contacto con las operaciones de la ultraderecha estadounidense y europea para impulsar a figuras y partidos políticos de esa línea en América Latina, particularmente a través de los encuentros CPAC (Conferencia de Acción Política Conservadora) y de la organización Atlas Network (en pública alianza con el multimillonario mexicano Ricardo Salinas Pliego, que está en problemas financieros pero posee las tres cadenas de Televisión Azteca y muchas filiales en otros países).
Trump, solo un preaviso
Por herencia o toma hostil -como las que le gustan-, el trumpismo es susceptible de tornarse muskismo. O más probablemente, de convertirse en una pieza más del muskismo global.
La vulnerabilidad que siente el mismísimo Trump ante su aliado se dejó ver, jocosamente, el 22 de diciembre, cuando, a pesar de que hablaba ante una audiencia de jóvenes ultraderechistas totalmente entregada a él, no fue capaz de argumentar su autoridad personal para descartar que Musk lo reemplace, sino que se cobijó en una situación accidental: «No, él no va a ser presidente, eso les puedo asegurar. Y estoy a salvo. ¿Saben por qué no puede serlo? Él no nació en este país» (sino en Sudáfrica).
En memes en redes sociales, replicaron la frase de Tywyn Lannister en la serie “Juego de Tronos”: “Cualquier hombre que tenga que decir ‘Yo soy el rey’ de ninguna forma es un verdadero rey”.
¿Querría Musk ser presidente? Solo él lo sabe pero lo dudo mucho. ¿Por qué aceptaría encerrarse en un trabajo tan demandante en tiempo y atención, de alcance que a él le parecerá limitado y expuesto a la rendición de cuentas, cuando puede imponer y manejar tras bambalinas no solo a futuros presidentes y legisladores de Estados Unidos, sino de varios países más, sin dejar de conquistar la industria automotriz, los cielos del planeta y el espacio exterior?
Musk es un monstruo del capitalismo que tarde o temprano iba a emerger, representando lo peor de este sistema en cuanto a explotación de las personas y el medio ambiente, arrogancia y ambición desmedidas. Súmese a esto un grado de locura. Y una fortuna nunca vista.
Y el muskismo nos tocó a nosotros: Trump solo fue el preaviso.
Presidente Musk. El activismo del millonario confunde a los republicanos
El gran financiador de Donald Trump actúa como reductor del tamaño del gobierno, canciller y jefe de los republicanos. ¿Cuándo se deshará Trump de Musk?, se preguntan.
Témoris Grecko
Muchos están utilizando la expresión “como Musk en cristalería”. Hace ocho años, eso se decía de Donald Trump, aprovechando la similitud de su apellido con la extremidad más representativa de un elefante. Y aunque el apellido del dueño de Tesla suene como el nombre de un insecto que impide el sueño con sus zumbidos, sus intervenciones públicas están causando estupor hasta entre sus propios aliados.
Hace unos días, el presidente electo sintió que debía explicarle a una audiencia totalmente a su favor –la del grupo de jóvenes ultraderechistas Turning Point USA–, que “no, él (Musk) no va a ser presidente, eso les puedo asegurar. Y estoy a salvo. ¿Saben por qué no puede serlo? Él no nació en este país” (sino en Sudáfrica).
En redes sociales, replicaron con memes la frase de Tywyn Lannister en la serie “Juego de Tronos”: “Cualquier hombre que tenga que decir ‘Yo soy el rey’ de ninguna forma es un verdadero rey”.
Por iniciativa de la periodista Amanda Marcote, del portal Salon, se está popularizando llamar a Musk “presidente en la sombra” (en referencia a la tradición británica de que el partido en la oposición nombra un “gobierno en la sombra”, para mostrar lo que haría mejor si realmente tuviera el poder). Y los demócratas se solazan usando la fórmula “presidente Musk” con su “jefe de gabinete Trump”, como sostuvo el legislador Dan Goldman.
Los republicanos, por su parte, apenas tratan de suavizar la impresión de que Musk, como escribió Marcote, ha estado “dirigiendo por la nariz” (como jalar al ganado por el anillo en el septum) al “envejecido y cansado” Trump: “Tenemos un presidente, tenemos un vicepresidente, tenemos un presidente de la Cámara de Representantes”, dijo Tony Gonzales, un congresista conservador de Texas. “Parece como si Elon Musk fuera nuestro primer ministro”.
Rompe cosas
En realidad, los correligionarios de Donald Trump están preocupados por el inesperado, inusual y extraconstitucional poder político que el hombre más rico del mundo ha estado construyendo, con o sin el aval del presidente electo.
Trump ha anunciado que Musk dirigirá el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés, como la criptomoneda de Musk, Doge) para adelgazar las estructuras de gobierno. Aunque todavía falta tiempo para crear formalmente este súper comité asesor, el dueño de X (Twitter) ya intervenía en la primera discusión con el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky.
A quienes señalaron que era algo totalmente ajeno al área que le van a encargar, les faltaba mucho por ver en alguien que, encarnando el espíritu de Sillicon Valley (sede de las grandes empresas tecnológicas) de “muévete rápido y rompe cosas”, se está metiendo en todo tipo de asuntos fuera de su competencia, al grado de comprometer la imagen del próximo gobierno pidiendo –aunque fuera de manera personal– el voto por el partido neo-nazi Alternativa por Alemania, “único que puede salvar” a ese país.
Lo más desconcertante para los republicanos, en todo caso, fue la abierta operación de Musk para descarrilar las negociaciones que sus líderes llevaban a cabo en la Cámara de Representantes, en las que intervino impulsando su propia agenda, no la de Trump. Y terminó saliéndose con la suya.
Musk amenaza a republicanos
El Congreso tenía que ponerse de acuerdo para aprobar un presupuesto que asegure que el gobierno siga funcionando hasta el 14 de marzo, permitiendo que se vaya el presidente Joe Biden y arranque Trump.
La única demanda del mandatario electo era que le quitaran el techo de la deuda, es decir, los límites para contratar empréstitos, dejándole las manos libres para obtener fondos multimillonarios para pagar sus planes de expulsar a millones de personas sin documentos.
Justo antes de Navidad, demócratas y republicanos habían llegado a un acuerdo que les permitiría irse a sus casas a pasar las fiestas. El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, publicó el documento, precisando que tenía el apoyo de Trump.
No sabía que necesitaba también el de Elon Musk. Éste, desde su cuenta en X, lanzó una artillería de más de 150 tweets en 24 horas, dirigidos a sus más de 200 millones de seguidores y amplificados por el algoritmo de la plataforma, criticando todo tipo de elementos de la legislación presupuestaria que se discutía y basándose en una miscelánea de señalamientos que le hacían cuentas de su red social anónimas y con nombres e imágenes de cualquier cosa, como una de desechos felinos.
Musk invirtió 277 millones de dólares (o sea, cerca de medio dólar por cada mil de sus 454 mil millones) en la campaña trumpista de este año, además de emplear la influencia de su plataforma X para potenciar las narrativas conservadoras, reales y ficticias, lo cual puede haber hecho la diferencia entre victoria y derrota.
Los republicanos que lo aplaudieron entonces, sin embargo, ahora fueron sorprendidos ante un tipo de intervención externa que nunca habían visto. Todavía peor: Musk los amenazó. “¡Cualquier miembro de la Cámara o del Senado que vote a favor de este escandaloso proyecto de ley de gastos merece ser expulsado en dos años!”, tuiteó, al asegurar que financiaría las campañas de sus rivales internos en futuras elecciones primarias. Tanto el tamaño de su cartera como su disposición para imponer a sus candidatos ya están plenamente demostradas.
Viéndose rebasado, el presidente electo retiró su respaldo, insistió en que debían concederle eliminar el techo de la deuda y envió a su vocera, Karoline Leavitt, para aclarar quién manda: “El presidente Trump es el líder del Partido Republicano. ¡Punto final!”.
El proyecto fue rechazado por otro que les daba lo que querían tanto a Trump como a Musk, y fue rechazado por los votos de la minoría demócrata sumados a los de decenas de republicanos que son más fieles al dogma de no a la deuda que al mismo Trump.
A final de cuentas, se votó un tercer texto que era casi idéntico al primero. Trump no obtuvo lo que exigía. Musk, aunque tampoco consiguió nada significativo, tuiteó que “ha prevalecido la voluntad del pueblo” para dejar constancia de que se daba por satisfecho. Había hecho una sorprendente demostración de fuerza.
¿Quién es el papi de los republicanos?
Las campanas de Navidad sonaron como poderosa señal de alerta para los republicanos, que hicieron sus mejores esfuerzos para mostrar su preocupación sin hacer enojar al multimillonario:
“Respeto a Elon Musk y su visión para América, pero no podemos permitir que su influencia desvíe nuestras prioridades legislativas fundamentales” (Mike Johnson, presidente de la Cámara de Representantes).
“Aunque valoro las contribuciones de Elon Musk, debemos ser cautelosos con la influencia de individuos no electos en nuestras decisiones legislativas” (Rand Paul, senador).
“Elon Musk es un líder empresarial impresionante, pero debemos asegurarnos de que nuestras políticas reflejen la voluntad del pueblo, no la de una élite tecnológica” (Marjorie Taylor Greene, representante).
“Musk ha demostrado que puede desafiar al establishment y ganar. Sin embargo, su influencia en la política estadounidense debe ser equilibrada con la voz de nuestros votantes” (Ron DeSantis, gobernador de Florida).
Por su parte, Trump declaró a NBC que Musk había actuado con su consentimiento: “Le dije que si estaba de acuerdo conmigo, podía emitir una declaración”. A pesar de que siente la necesidad de defender su posición ante Musk, el poder formal será suyo. Dos elefantes en la cristalería pueden ser demasiados para hombres acostumbrados a ser el único.
“¿Cuándo se va a deshacer Trump de Musk?”, se tituló un panel de debate del popular programa de televisión Morning Joe, en MSNBC, del 25 de diciembre.
Los participantes advirtieron que si Musk sigue eclipsando al presidente electo, habrá serias tensiones entre ellos, el comienzo de una lucha de poder entre dos hombres conocidos por sus inmensos egos y su deseo de atención.
Si en la portada de la revista ‘Time’ presentan a Musk como el verdadero líder, planteó Jonathan Lemire, anfitrión del show, en tono de broma, este podría ser el punto definitivo de ruptura.
“Cuando Elon twitea algo y luego Trump tuitea algo, los republicanos no saben cuál de ellos es su papi. No saben a quién deben escuchar primero”, sostuvo la representante demócrata Alexandria Ocasio-Cortez en un video que publicó en X mientras se desarrollaba el drama del presupuesto. “No es broma, Elon representa un verdadero problema político para Trump y por lo menos es un rival para él en poder e influencia”.