• El ser humano es la causa de que empiece el siniestro en 99 por ciento de los casos: Christoph Neger. • Se requiere más participación de las ciencias exactas para saber cuáles son los efectos ecológicos de la lumbre y sus impactos, agregó. • Es fundamental la intervención de las comunidades con sus usos, costumbres, conocimientos y experiencias.
UNAM-DGCS-496 |Ciudad Universitaria| 06:00 hs. 3 de julio de 2024. En México se registra una tendencia al alza de temporadas de sequía cada vez más extendidas y severas, que generan las condiciones propicias para los incendios forestales, los cuales han afectado a una superficie mayor en los últimos años.
Sin embargo, en sitios como en la reserva de la biósfera Los Tuxtlas, Veracruz, y El Ocote, Chiapas, estrategias como el manejo integrado del fuego han logrado que las conflagraciones sean menores y con afectaciones mínimas, durante aproximadamente dos décadas.
El investigador de la Unidad Académica de Estudios Territoriales Yucatán, del Instituto de Geografía de la UNAM, Christoph Neger, explicó:
En esos espacios se ha conseguido que se mantenga en ciertos límites que no afectan de manera considerable a la biodiversidad; se ha logrado que, a partir de los últimos grandes sucesos, registrados en 2003, esos ecosistemas se recuperen.
Las reservas de la biósfera son áreas interesantes para observar cómo se puede lograr cierta armonía entre el desarrollo humano y la conservación del ambiente, es decir, cómo relacionarnos de una manera más sana con el medio, afirmó el experto.
“En mis estudios me enfoco, por el momento, en el sureste del país, donde tenemos ecosistemas tropicales que son los más biodiversos en México y el mundo, pero donde también hay efectos de la actividad humana”, precisó.
Estos espacios son prioritarios para su conservación por la diversidad biológica que albergan, así como por los servicios ecosistémicos que brindan a las comunidades que ahí viven y en los alrededores. Varios suministran presas hidroeléctricas para la generación de energía, producen oxígeno, capturan carbono (importante en el contexto del cambio climático que enfrentamos), tienen actividad turística, etcétera, lo cual se afecta si hay una conflagración.
Christoph Neger aclaró que no todos los incendios son negativos; hay ecosistemas adaptados, que incluso los necesitan de manera controlada, con cierta intensidad y frecuencia, como los bosques de pino, ya que así “rejuvenecen”, rebrotan los árboles y se evita la acumulación de material combustible que puede provocar megaincidentes incontrolables. Pero ese no es el caso de los ecosistemas tropicales, en especial la selva alta perennifolia, donde se debe evitar al máximo.
Aunado a la sequía, hay eventos como los huracanes que generan más material combustible, árboles caídos y ramas, que propician inflamaciones intensas. Se estima que “la causa de que empiece a prenderse el fuego, en el 99 por ciento de los casos reportados, es el ser humano y sólo en uno por ciento la causa son los rayos”, resaltó.
Pueden ser intencionales para deforestar y extender la frontera agropecuaria, por ejemplo; accidentales, debido a fogatas, cigarros o uso inadecuado de la lumbre en las comunidades; en el sureste de México se usa también para hacer salir a los animales de sus escondites y cazarlos.
Nueva perspectiva
El enfoque convencional de su manejo a escala mundial es simplemente apagarlo, pero es una medida de corto plazo que no resuelve el problema y tampoco prevé lo que puede ocurrir el siguiente año.
Por ello, se necesita otra visión, es decir: manejo integrado, consistente en prevenirlo, de manera física, mediante brechas cortafuego, o la recolección de materiales combustibles; legal, cuando la ley determina dónde está prohibido usarlo; y cultural, con la intervención de actores de concientización para evitar los accidentales.
Esa perspectiva tiene en cuenta la ecología del fuego, o sea, determinar en dónde está de manera natural, qué papel tiene en el ecosistema y de qué manera controlarlo. “En algunos lugares puede haber quemas prescritas, que imiten el efecto de un incendio forestal, pero controladas”, puntualizó el experto.
Otro aspecto fundamental en el manejo integrado es la participación de las comunidades con sus usos, costumbres, conocimientos y experiencias, que con frecuencia no se toman en cuenta en las estrategias de las autoridades.
Debido a que en las selvas tropicales no se recomienda el uso de fuego prescrito, hay otras formas de manejar los combustibles; por ejemplo, la gente va al bosque y quita esos materiales para usarlos como leña, o la madera se emplea para elaborar artesanías y muebles.
De acuerdo con Christoph Neger, también hace falta mayor coordinación interinstitucional a fin de que haya una estrategia común entre los actores federal, estatal y municipal; y de esta manera, evitar inconsistencias.
Se requiere, incluso, más investigación. “Me dedico principalmente a lo social, pero necesitamos más participación de las ciencias exactas en los ecosistemas tropicales para saber cuáles son realmente los efectos ecológicos del fuego y sus impactos para que toda esa información se pueda incluir en la toma de decisiones”, recalcó.
Para el experto, hay demasiado en qué trabajar y en múltiples ámbitos, como cambio climático, suelos, ecología, etcétera. Se necesita un enfoque multi y transdisciplinario, que existe, pero se debe incrementar.
El manejo integrado, que en general tiene efectos positivos, se puede utilizar en cualquier lugar, y aunque para cada área y comunidad se requerirá un enfoque propio, son aplicables los principios básicos de tener en cuenta la ecología del fuego y la apertura hacia distintas formas de conocimiento, no sólo técnico y científico, sino el de la gente.
Pretender aplicar una estrategia nacional, “todo igual para todos los sitios”, no va a funcionar; las medidas deben adaptarse a cada lugar y sus condiciones específicas. Teniendo en cuenta eso y la experiencia empírica de los combatientes, podemos obtener un manejo más adecuado.
Además, requerimos transitar hacia una estrategia de interculturalidad, coordinación interinstitucional, tomar en cuenta a las comunidades, e invertir presupuesto en prevención, brechas, quemas prescritas, brigadas con capacidad de atención rápida, etcétera. “Hay estudios que señalan que la prevención es 10 veces más barata que el combate de un incendio”.
Neger hizo un llamado a quienes visitan zonas rurales a tener cuidado con la realización de fogatas y cigarrillos que se desechan encendidos, porque pueden causar un siniestro forestal. Así “podemos contribuir a disminuir ese riesgo, y cuando veamos un incendio, hay que reportarlo al 911 para que se atienda de manera inmediata”.