Una investigación a nivel global revela que los sentimientos de ira, tristeza y preocupación en la fuerza de trabajo no han logrado disminuir tras el impacto de la pandemia de covid-19. No toda la ansiedad proviene del empleo, pero definitivamente impacta en el mundo laboral, por eso hay que remediarlo cuanto antes, dice el WEF.
Blanca Juárez| Foto: Archivo| El Economista |19 de julio de 2022, 07:08. Modelo remoto, híbrido o flexible, semanas de cuatro días y otras estrategias. Pero más que el tiempo o el lugar donde las personas desempeñan su empleo, “es lo que sucede en el trabajo lo que las hace sentir miserables”. Desde que comenzó la pandemia de covid-19, la presencia de estrés elevado entre las trabajadoras y los trabajadores se encuentra en niveles nunca antes reportados: el 44% lo está experimentando a nivel global.
En todo el mundo, el personal de los diferentes centros laborales “se siente estresado y desconectado”, advierte el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés). El organismo hace un llamado a las personas empleadoras a reconsiderar su enfoque de bienestar, “especialmente después de que la pandemia expuso las vulnerabilidades emocionales y físicas que presenta el lugar de trabajo moderno”.
La alerta del WEF se da tras los resultados del informe El estado del lugar de trabajo global 2022 de Gallup, una compañía estadounidense de análisis y consultoría. De acuerdo con el reporte, el 56% de las personas trabajadoras se sienten preocupadas y el 31% siente ira. Quizá por ello una tercera parte señala también estar sintiendo dolor físico.
Si acaso alguien se pregunta si su equipo de trabajo encuentra su empleo significativo y gratificante, si sus vidas están bien, si se sienten optimistas sobre el futuro, la respuesta corta será no, apunta el documento. Estos datos pueden confirmar tal aseveración: dos de cada 10 personas en los países de América Latina y el Caribe se sienten comprometidas con su trabajo, en Estados Unidos y Canadá el 33% lo está y Europa tiene el nivel más bajo, con 14 por ciento.
En nuestra región, el casi el 60% de la fuerza laboral siente que no está prosperando en su bienestar general. El caso de Asia del Sur es el peor, pues prácticamente el 90% dijo sentirse en fase de estancamiento o retroceso.
Y, a ver, el estrés, la ansiedad “y tal vez un poco de dolor siempre serán parte de un trabajo de alto rendimiento”, escribe Jon Clifton, CEO de Gallup. “Pero esas emociones negativas no pueden ser el alma del trabajo de alguien. Sin embargo, esa es exactamente la experiencia de vida laboral para el 19% de los trabajadores que están activamente desconectados”.
¿Cómo hacer frente al desafío del estrés?
En 2020, la fuerza laboral mundial alcanzó “un máximo histórico de estrés”, pues el 43% de las personas señalaba encontrarse en ese estado. Aquel año íbamos descubriendo de qué se trata la covid-19, cómo se contagia y qué repercusiones trae, millones de personas lidiaron con la muerte de seres queridos y con el temor a que fuera su propio desenlace. Pero el 2021, ya con vacunas y mayor experiencia sobre la pandemia, el porcentaje fue mayor, el 44% de las trabajadoras y los trabajadores dijo estar experimentando estrés.
El reporte precisa que no todas las personas pudieron haber estado estresadas por el trabajo, “pero ciertamente lo estaban en el trabajo”. Inevitablemente, el estrés que sienten impacta su entorno laboral. Y aunque en 2021 disminuyeron emociones como la preocupación, la tristeza y la ira, “todas estas emociones negativas se mantuvieron por encima de los niveles previos a la pandemia”.
Algunas empresas o líderes han procurado implementar nuevas estrategias para lograr el equilibrio entre el trabajo y la vida personal, pero quizá están abordando el problema de la manera equivocada.
“Mejorar la vida en el trabajo no es ciencia espacial, pero el mundo está más cerca de colonizar Marte que de arreglar los lugares de trabajo dañados del mundo”, dice Jon Clifton. “Los ejecutivos de todo el mundo deberían querer que los trabajadores prosperen” y eso comienza escuchando sus inquietudes.
“La falta de compromiso en el lugar de trabajo tiene un impacto directo en las economías de todo el mundo”, advierte el WEF. La baja en la productividad, la rotación de personal y la rentabilidad le cuestan a la economía del mundo 7.8 billones de dólares, “lo que equivale al 11% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial”.
Entonces, para fomentar el sentido de pertenencia y salvaguardar el bienestar en el lugar de trabajo se necesita una serie de cambios, comenzando con un salario justo y justicia social. Luego de garantizar una remuneración decente para una vida digna, hay que comenzar con un plan de flexibilidad y protección, dice el WEF.
El bienestar y la salud de los equipos tienen que ser parte de la política de las empresas o centros de trabajo. Un eje transversal debe ser la diversidad, la equidad y la inclusión. Construyendo eso se puede dar paso a la empleabilidad y la creación de una cultura del aprendizaje.
La pandemia ha brindado a los empleadores la oportunidad de “rediseñar sus procesos de personas y prácticas laborales”, agrega el informe. “Aprovechar esta oportunidad determinará si la recuperación posterior a la pandemia conduce a resultados positivos tanto para las empresas como para la sociedad en general, y garantiza un futuro laboral saludable, resistente y equitativo”.