• Se duplicaría si ambos progenitores presentan esta afección, considera Ana Lilia Rodríguez Ventura. • La OCDE ubica a México en el segundo lugar de los países con mayor índice de obesidad, asegura. • Durante el confinamiento, la población mundial aumentó seis kilos en promedio en adultos; los mexicanos, ocho. • Se trata de una enfermedad crónica, indica. • El 12 de noviembre se conmemora Día Internacional contra la Obesidad.
UNAM-DGCS-952|Ciudad Universitaria|06:00 hs. 10 de noviembre de 2021. Tres cuartas partes de la población mexicana adulta, es decir, 75 por ciento (tres de cada cuatro adultos), padece sobrepeso u obesidad, mientras que 35 por ciento de niños en edad escolar y 38 por ciento de los adolescentes presenta esta enfermedad crónica, afirma Ana Lilia Rodríguez Ventura, académica de la Facultad de Medicina (FM).
La especialista en endocrinología pediátrica alerta que un infante tiene un riesgo de 40 por ciento de presentar adiposidad si uno de sus padres la padece y se duplica a 80 por ciento si ambos progenitores están afectados. Por ello es importante que a partir de que una pareja decide procrear, lo haga manteniendo el peso normal y cuide sus hábitos alimenticios “para no programar” de forma inadecuada al bebé.
Con motivo del Día Internacional de la Obesidad que se conmemora el 12 de noviembre, la académica universitaria resalta que en 2015, durante la reunión de la Asociación Americana de Diabetes, en Boston, se planteó que el personal de salud tendría que enfocarse en prevenir la adiposidad porque es incurable a corto plazo, “pero sí podemos seguir luchando para evitar sus complicaciones, si logramos reducir entre cinco y 10 por ciento el peso inicial de los adultos y 0.5 del puntaje Z del índice de masa corporal en niños”.
Precisa que aun cuando una persona se ponga a dieta, podrá disminuir el tamaño de los adipocitos (células grasas) pero el número de ellos ahí seguirá, “por eso es fácil bajar y volver a subir de peso, lo ideal es la prevención”.
Además, señala, es lamentable que 25 por ciento de los adultos que todavía tienen un peso normal en México, prácticamente la cuarta parte podría tener exceso de grasa, detectado a través de una báscula especial que calcula el porcentaje de la corporal. “Lo ideal es que los varones no tengan más del 20 por ciento y las mujeres no rebasen del 30 por ciento”.
Si no se cuenta con ese método, se puede deducir con facilidad al medir la cintura. En los menores de edad, lo ideal es que la relación cintura/estatura en centímetros sea menor a 0.5, mientras que en adultos debe ser inferior a 88 centímetros (mujeres) y 102 centímetros (hombres).
Exceso de peso, una enfermedad
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) indica que México tiene una de las tasas más altas de obesidad de entre los países integrantes de ese organismo. Además, 34 por ciento de personas obesas sufren la etapa mórbida, el mayor grado de esta enfermedad crónica.
El organismo internacional coloca a nuestra nación en el segundo lugar de los países con mayor índice de obesidad, “la tendencia comienza a una edad temprana, y los niños mexicanos son los más propensos a desarrollarla, sobre aquellos infantes promedio que viven en el conjunto de los integrantes de ese organismo (37.7 por ciento y 31.4 por ciento, respectivamente)”.
Rodríguez Ventura estima que el gran problema es que la gente no ha entendido a cabalidad que el exceso de peso es una enfermedad en sí misma y una epidemia, un problema de salud pública sin precedentes. Incluso, a nivel internacional, a partir de 2017 “se propuso que acuñemos el término de adiposidad, para que quede más claro que tener sobrepeso u obesidad ocasiona inflamación generalizada en todos los órganos, por el aumento del tejido graso”.
Con el paso del tiempo puede ocasionar disfunción del páncreas con consecuencias tales como estados prediabéticos o diabetes; hígado graso o esteatosis hepática no alcohólica; en mujeres, síndrome poliquistosis ovárica en el cual se manifiesta desregulación de hormonas y se dificulta la presencia de embarazo.
En el caso de las niñas, induce a que liberen hormonas sexuales y se adelante la pubertad; por ejemplo, a los seis años podrían iniciar el desarrollo mamario y no a los ocho años cuando debe comenzar, abunda.
También se presentarían repercusiones como reflujo gastroesofágico, asma severa, apnea obstructiva del sueño –roncar mucho y de pronto dejar de respirar–, además de alteraciones ortopédicas y daño renal.
En niños este problema provoca envejecimiento prematuro y desarrollarían una diabetes de adulto, es decir tipo 2, hipertensión o algún cáncer, esto es preocupante. Por eso, en México hubo cifras altas de muerte por la COVID-19 en gente joven, porque presentaba adiposidad, además de sus complicaciones.
“Culturalmente se piensa que como están en crecimiento no pasa nada y que no nos preocupemos, eso es grave porque hay evidencia científica de que aún los niños tienen exceso de peso por grasa y, como en los adultos, tendrían riesgo de sufrir problemas cardiovasculares o metabólicos”, apunta.
El estudio del crecimiento y estado nutricional tiene importancia en el cuidado de la salud de niños y adolescentes, porque prácticamente los problemas orgánicos, afectivos y sociales que enfrentan en esas edades, se muestran en un cambio del patrón normal de crecimiento y desarrollo, puntualiza.
Rodríguez Ventura comenta que durante el distanciamiento social, la población mundial presentó aumento de peso promedio de seis kilos en adultos –en niños todavía no existen cifras claras–, mientras que en la población mexicana fue de ocho kilos, debido a que empeoraron los hábitos alimenticios en general, reconoce la universitaria.
La especialista universitaria coordina el Programa “Sacbe” (palabra Maya que significa el Camino) de Prevención y Tratamiento de Adiposidad Infantil, que se aplica en el Instituto Nacional de Perinatología, mediante el cual observaron que los hábitos alimenticios asociados a adiposidad empeoraron, porque las personas estaban más horas sentadas, realizaron menos actividad física o ejercicio, y pasaron varias horas frente a pantallas, tuvieron sueño corto y/o de mala calidad, y se elevó el consumo de productos más dulces por la ansiedad y/o alteraciones del sueño.
Para la experta, se requiere mayor impulso a las campañas de prevención, que el personal de salud adquiera mayor conciencia y plantea que el etiquetado frontal de alimentos y bebidas no alcohólicas es una buena medida pero no suficiente.
“Tristemente la problemática engloba muchísimas aristas, hay gente que aunque vea cinco hexágonos compra esos alimentos, porque no tiene otra opción dado que los salarios en México son precarios, debe trabajar muchas horas o sus lugares de trabajo son muy lejanos y eso les resta tiempo para ejercitarse, preparar comida saludable y dejar de consumir alimentos procesados”, acotó.
Consideró necesario atacar este problema de salud pública desde varias aristas: mejorar salarios, reubicar el domicilio de los trabajadores cerca de sus centros laborales para evitar demasiado tiempo en traslados; fomentar la actividad física.
Recuerda que el 14 de noviembre es el Día Mundial de la Diabetes. Algunas instancias internacionales sugieren el término diabesidad, por la asociación estrecha que tiene con la obesidad, pues ambos padecimientos van de la mano, y prácticamente de 80 a 90 por ciento de las personas adultas que padecen diabetes tipo 2 tienen sobrepeso u obesidad. Para el sector salud implica un costo alto tratar complicaciones como la insuficiencia renal.