Ciudad de México apuesta por la inteligencia policial para enfrentar la violencia

La lucha por disolver los cárteles ha consumido los primeros meses de Omar García Harfuch al frente de la Secretaría de Seguridad Pública de la capital

JACOBO GARCÍA| Foto DIEGO SIMÓN SÁNCHEZ / CUARTOSCURO| El País| México – 17 ABR 2021 – 16:23 CDT. Omar García Harfuch está agitado. Se levanta, camina, checa el WhatsApp, habla por el walkie, pide su libreta y da instrucciones a los tres hombres que le miran en su despacho. Son los responsables de Inteligencia, Asuntos Internos e Investigación. La aparición este martes de cuatro cadáveres ha roto la tendencia y a Harfuch, jefe de la policía de una de las ciudades más grandes del mundo, le disgusta que suban las cifras. A Harfuch le gustan los números, entre otras cosas, porque su jefa se los pide todos los días a las siete de la mañana. “¿Homicidios? ¿asaltos a casa habitación? ¿vehículos robados?…”. Por si quedara alguna duda, Claudia Sheinbaum, al frente del gobierno de la capital, se presenta todos los sábados a las ocho de la mañana en su despacho para volver a preguntarle “¿Homicidios?, ¿asaltos a casa habituación?, ¿vehículos robados?….”.

La Ciudad de México tiene 1.328 calles con el nombre Benito Juárez, 317 con el nombre Hidalgo y 110 con un nombre como Azucena. Un monstruo de casi nueve millones de habitantes, el doble si se incluye el área urbana conurbada, dividida en 16 alcaldías, algunas de ellas como la Cuauhtémoc con más bares y museos que algunos países europeos.

En la capital de México cada día tres personas son asesinadas, dos son heridas por armas de fuego, diez tiendas son asaltadas y se atraca un autobús y a sus pasajeros. Cada día se roban 18 coches, 29 personas son asaltadas en la calle y hay cuatro violaciones. Según cifras oficiales de la Secretaría de Seguridad, a pesar de este rosario de calamidades, la ciudad vive uno de sus mejores momentos en décadas. Sin ir más lejos, hace dos años todo era un 30% peor, segun estas mismas cifras. A lo anterior se suma que dos carteles, La Unión Tepito y Antiunión, habían logrado instalarse en la ciudad y se peleaban por el control sin pudor. Cuando habla de ello, el secretario muestra una foto del año pasado tomada con una de las cámaras de la ciudad donde un capo se paseaba a plena luz del día en una caravana de camionetas con cristales oscuros exhibiendo armas y poderío entre las tortillerías, los abarrotes y los negocios de repuestos de coche de Tlalpan. Los jefes policiales de una ciudad como esta han aprendido que el objetivo no es terminar con la delincuencia, sino que no se vea.

Y hasta el momento el balance de García Harfuch es notable. De 5,8 muertos diarios a 4,6 luego a 3,9 y así hasta los 2,4 y 1,8 ha ido descendiendo mes a mes el número fallecidos diarios desde su nombramiento como secretario de Seguridad Pública en octubre de 2019.

Cuando un año antes, la actual alcaldesa Claudia Sheinbaum ganó las elecciones, se encontró una ciudad que contabilizaba casi seis muertos diarios y había prohibido pronunciar las palabras ‘cartel’ o ‘crimen organizado’. Las autoridades hacían malabarismos dialécticos para no hablar de un problema que incendiaba el resto del país. El jefe de gobierno de la ciudad por aquel entonces, Miguel Ángel Mancera (2012-2018), insistía en la idea de que la Ciudad de México era una burbuja al margen de lo que pasaba en el resto de México. Los carteles eran pandillas y los capos, cabecillas. El resultado de todo aquello es que el jefe de la policía Raymundo Collins está prófugo de la justicia por un caso de desfalco y el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), el de Sinaloa y hasta los Zetas tenían ya una pata metida en la capital. Por la Ciudad de México pasan las principales carreteras, está el aeropuerto, uno de los puntos más importantes de entrada de droga y hay un floreciente negocio de consumo local que no deja de crecer cada año. Un pastel demasiado grande para dejarlo en manos de la Unión Tepito, el cartel surgido en 2009 de las viejas bandas de delincuentes de la ciudad que se habían hecho mayores, o sea más violentas, gracias a la venta de droga, mercancía robada y repuestos de automóvil.

Después de probar con Jesús Orta, quien dimitió 10 meses después, y actualmente es también prófugo de la justicia por un desfalco durante su etapa en la Policía Federal, Sheinbaum eligió a Harfuch, un prometedor agente que por entonces tenía 36 años y había dado buenos resultados en la Agencia de Investigación. La ciudad que heredó había tocado fondo con un récord de casi seis muertos diarios, la peor cifra desde que llegó al poder.

Hijo y nieto de policías, licenciado en Derecho y con estudios en Estados Unidos en lugares como la oficina de Control Drogas (DEA), la Academia del FBI o Harvard, García Harfuch fue el elegido para modernizar la institución y cambiar un modelo reactivo por otro preventivo. Uno enfocado en la investigación, seguimientos, cámaras, pinchazos telefónicos y la detención de grandes capos. “Hasta entonces la policía actuaba con un modelo en que tus detenciones solo eran válidas si eran en flagrancia. Si querías evitar un homicidio debías tener un policía en la esquina precisa y en el momento preciso en que se comete el delito y eso es imposible”. Según Harfuch dejar que los grandes carteles se apoderen de la ciudad provoca que crezca la violencia y comiencen a matarse entre ellos “y no luchamos contra la droga sino contra la violencia”, resume en entrevista con EL PAÍS.

Su estrategia fue descabezar los carteles fijándose 100 objetivos prioritarios, de los que ha detenido a 74. “La Ciudad de México es un punto neurálgico y lugar de trasiego, entre otras lugares, por el aeropuerto”, explica el policía en su despacho de la calle Liverpool. “Los cárteles, Sinaloa, Jalisco o los Zetas tienen operaciones pero no están establecidos como tal. Puedo decir que el cartel Antiunión está desarticulado y la Unión Tepito fue descabezado y ya no hay un líder máximo sino células pequeñas. Donde hay carteles fuertes se genera más violencia, más corrupción y también más delitos de menor impacto. Los grandes cárteles van de la mano con la delincuencia”, dice.

“El primer cambio en la gestión de Harfuch fue aceptar el problema y ponerle nombre con todas sus letras: narcotráfico y delincuencia organizada. Ha logrado identificar a los grupos criminales, cómo operan, donde se esconden, como actúan o quienes son sus lugartenientes” dice Antonio Nieto, periodista y autor de El Cartel chilango (Grijalbo, 2020), el mejor libro sobre crimen organizado en la capital. El veterano periodista describe la delincuencia en Ciudad de México como “camaleónica, compleja y poco detectable”.

El año 2020 fue duro para los restauranteros de colonias como Polanco o La Condesa debido a la pandemia y a algunos asesinatos de alto impacto que agitaron el sector, como el del francés Baptiste Lormand. La hostelería fue uno de los colectivos que más han protestado por la inseguridad pero cinco meses después de aquello media docena de dueños de bares y restaurantes consultados por este periódico coinciden en señalar “que la situación no se ha desmadrado como pensábamos. La delincuencia nos respira en la nuca pero no ha habido robos sonados, ni se cobra derecho de piso”, dice el dueño de un restaurante en la calle Masaryk. En el mes de diciembre, los restauranteros llevaron su indignación al despacho de Harfuch “pero tres días después logramos detenciones y resolvimos el caso porque sabíamos perfectamente que fue un robo, quién lo cometió, dónde estaban y cómo operaban”, defiende.

En estos 18 meses en el cargo, el jefe de la policía se ha rodeado de un grupo de jóvenes licenciados con quienes trabajó en su etapa en la Policía Federal y la Agencia de Investigación y que han aprendido a base de errores sobre cómo armar una carpeta de investigación para que termine en una condena. En este tiempo García Harfuch ha exprimido la sala de monitoreo de la ciudad conocido como C5. ”No se trata de tener a un montón de gente viendo pantallas así”, dice echándose con desgana sobre la mesa, “sino hacer que la información obtenida se almacene, procese y termine en información válida”. La policía de antes, ejemplifica, cuando había un robo preguntaba en qué vehículo huyeron “pero la de ahora quiere saber si se llevaron algún celular para hacer el rastreo”.

A pesar de la espectacularidad de las detenciones de capos como el ‘Tortas’, el ‘Jamón’ o el ‘Betito’, el trabajo que más contento le pone es el que se coció en los despachos del Legislativo. Gracias a una iniciativa de ley enviada a finales de 2019 se logró un cambio histórico en la policía al concederle la facultad de investigar y ayudar al Ministerio Público, una competencia reservada hasta ahora a otra unidad: la Policía de Investigación. “Ahora podemos tener un área de inteligencia e investigación. Con este cambio la mayoría de casos de alto impacto son investigados por nuestra propia policía que trabaja codo a codo con el fiscal general. No se trató solo de un relevo en las personas sino también de modificaciones legales importantes que han hecho que el modelo funcionara”.

Estos cambios han permitido poner en marcha estrategias novedosas como la dispersión de capos a cárceles alejadas de la capital o la posibilidad de perseguir delitos mas allá de los límites de la ciudad, algo inédito hasta ahora. La policía de la Ciudad de México ha actuado en Zapopan (Jalisco) y hace dos semanas capturó a Fabián de la Rosa en Acapulco. Según Nieto, “Harfuch quiere mantener a los principales generadores de violencia en prisiones lejos de la ciudad, lo que nunca había pasado antes, porque los líderes seguían actuando desde dentro de los centros penitenciarios”, explica. Para Nieto aún queda trabajo por hacer “porque la Unión Tepito no está mermada porque el ‘Betito’ esté en una prisión federal, ya que sus lugartenientes siguen libres”, recuerda el periodista. “Las estrategias son buenas e inteligentes pero nunca parecen suficientes”, añade.

Recogidos los frutos del trabajo invisible en inteligencia, la policía de la Ciudad de México tiene también una cara más visible. Y lo más visible es un agente promedio, hombre, de 1,73 metros, que gana 470 dólares y tiene problemas de obesidad. La policía de la capital es un ejército de 85.000 agentes, casi como el Ejército de Australia o de Canadá en número de efectivos. La ciudad es el lugar más vigilado del país con 4,2 policías por cada 1.000 habitantes, mayor a la que recomienda la Organización de las Naciones Unidas —de 2.8 policías por cada 1.000 habitantes— según el Diagnóstico Nacional sobre Policías Preventivas de 2018. Un policía capitalino gana, en promedio, 470 dólares al mes, frente a los 700 a 1.000 dólares que ganan los de Sonora, Tamaulipas o Baja California, los mejor pagados.

Con estos mimbres, durante estos meses se han logrado decomisos récord de hasta 800 kilos de cocaína y se persigue el cobro de derecho de piso en bares y restaurantes. “Frenamos una tendencia al alza. Sabemos que se cobra derecho de piso en el Centro Histórico pero en las colonias como Polanco, La Condesa o La Roma no hay una sola denuncia por extorsión”, defiende García Harfuch.

Incluso entre quienes ya dejaron su puesto le reconocen avances no vistos hasta ahora. Según Idris Rodríguez, encargado del C5 durante la gestión de Marcelo Ebrard, actual canciller, y Miguel Ángel Mancera “la actual estrategia está funcionando. Se emplea más y mejor tecnología, se han logrado facultades legales importantes y se está haciendo un buen trabajo de inteligencia. Pequeños detalles como la mejora en el alumbrado publico ayudan mucho a disminuir la delincuencia en la ciudad”, explica.

Según el cuaderno de incidencias con el que cada día se desayuna García Harfuch, los muertos que este martes le agitan y han provocado el ir y venir de funcionarios por su despacho son tres mujeres y un hombre ejecutados desde un coche en marcha en la Gustavo A. Madero. El conductor murió en el acto y a las chicas las remataron en la madrugada cuando intentaban escapar del vehículo. Es la realidad que Harfuch aspira a meter en su cuaderno. El día a día de un monstruo urbano de más de 25.000 calles en las que siempre suena una sirena.

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