*Con alumnos y ex estudiantes de otras escuelas crearon un modelo que detecta cambios en pastizales marinos. *Esos ecosistemas ayudan a limpiar la polución del aire y a mitigar los efectos del cambio climático
9 de noviembre de 2020|UAM. Karen Bibiana Fernández Cano Álvarez y José de Jesús López Figueroa, licenciados en Biología por la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), obtuvieron –junto con un equipo interdisciplinario de estudiantes de otras instituciones educativas– el primer lugar del Ocean Hackathon México 2020, celebrado el pasado mes de octubre.
El proyecto Carbón ¡Oh, no! –en el que también participaron ingenieros, físicos y geólogos de las universidades Nacional Autónoma de México (UNAM), Autónoma Chapingo (UACh) y Veracruzana (UV)– consiste en un modelo de inteligencia artificial que detecta –a partir de imágenes satelitales, Landsat– variaciones en la cobertura de pastizales marinos, en este caso, en la Reserva de la Biosfera Los Petenes, en Campeche.
El Ocean Hackathon es un certamen en el que durante 48 horas, sin interrupción, los equipos acceden a bases de datos digitales relacionadas con el mar para resolver un reto por medio de un piloto demostrador o una prueba de concepto. Los desafíos –elegidos por el jurado– deben tener ciertas características, entre ellas que se trate de “un proyecto posible dentro de esas 48 horas y que enfrente un problema desde distintas aproximaciones o áreas disciplinarias”, ante lo cual “nosotros intervenimos en el desplazamiento de pastos marinos”, que brindan servicios ecosistémicos, en particular Los Petenes, una de las reservas más grandes en su tipo del país que representa una parte muy significativa del carbono azul u orgánico, que capturan y almacenan los entornos naturales costeros de manglar y las marismas, explicaron Fernández Cano Álvarez y López Figueroa en entrevista.
También absorben el dióxido de carbono (CO2) y lo transforman en biomasa, ayudando con ello a limpiar la polución del aire y a mitigar los efectos del cambio climático, al amortiguar, por ejemplo, los daños de un huracán, especificaron.
En los últimos años se ha perdido alrededor de 50 por ciento de esos pastizales en todo el mundo y se estima que cada año se destruye entre siete y nueve por ciento de la cobertura, porque son sistemas “demasiado sensibles, lo que indica la urgencia de preservarlos”, además de que tienen importancia económica, pues muchas pesquerías dependen de la comercialización de especies que los habitan.
Al presentar su propuesta en el certamen refirieron que dichos hábitats fijan el CO2 existente en la atmósfera y que el océano, a través de la fotosíntesis, lo convierte en carbono orgánico, con lo que contribuyen a abatir el fenómeno de calentamiento de la Tierra, por lo que en las últimas décadas han sido reconocidos como “hasta 35 veces más eficientes que los bosques tropicales”.
Pese a ese aporte, su degradación constante sugiere que “no se ha visibilizado su papel” y, por lo tanto, no se han tomado las decisiones para garantizar su conservación, ante lo cual, uno de los objetivos de este trabajo ha sido revelar el valor económico y biológico de Los Petenes, en el sureste del Golfo de México, enfatizando la relevancia de su resguardo, por los beneficios que provee al medio ambiente.
Los galardonados desarrollaron un prototipo de sonda de teledetección, basado en un microespectrómetro que extrae información in situ y robustece los datos para evaluar el carbono secuestrado derivado de los servicios ecosistémicos de las praderas de pastos, lo cual facilita el diseño de planes de manejo y rehabilitación.
En la final del certamen apuntaron que Los Petenes son la mayor área natural –con más de 282 mil hectáreas– donde se distribuye la parte más grande de esos sistemas en el país, por lo que el equipo ganador del Ocean Hackathon propuso un modelo de imágenes satelitales Landsat 5, 7 y 8 que utiliza técnicas de inteligencia artificial para determinar la zona de cobertura en la reserva de la biosfera, “mostrando diferentes escenarios, así como la tasa de crecimiento en relación con el año anterior”.
Después emplearon un factor de conversión sustentado en estudios previos para estandarizar la acumulación del citado elemento químico y, con datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, la tradujeron en bonos de carbono, cada uno de los cuales representa dejar de dispersar una tonelada de CO2 a la atmósfera.
Con la obtención de las imágenes satelitales del sitio “se empieza a discriminar lo que es pasto y lo que no; mediante varias fotografías de diferentes años podemos estimar, entre otras cosas, la proporción de las praderas que se ha perdido y calcular cuánto carbono ha secuestrado”.
El reto del vendedor de esos bonos es llevar a cabo acciones para absorber la mayor cantidad posible de ese gas y que los compradores pueden ser organizaciones o empresas.
El piloto formulado por los profesionales es viable, porque puede aplicarse a otros lugares, ya que se introducen los datos y esto va generando coberturas potenciales de distribución del pasto marino, “como hicimos para encontrar los puntos adecuados para su conservación, restauración o rehabilitación”, especificaron.
El dispositivo cuenta con un análisis desde 2014 hasta 2017, pero para el procesamiento de la información “encontramos obstáculos para conseguir todas las zonas de cobertura”, por lo que la propuesta de este grupo multidisciplinario fue trabajar in situ, comparando las áreas de oportunidad de los aparatos de monitoreo ya existentes: los satélites.
“Diseñamos un arquetipo de sensor que considera los factores que mejoran la resolución y reducen los costos, además de tener el potencial para ser automatizado”. El modelo puede ser aplicable en cualquier tipo de ecosistema de producción primaria, incluidos bosques tropicales, manglares y pastizales. Los autores confiaron en que su proyecto es un buen candidato para conseguir financiamiento internacional en el capítulo del carbono azul, puntualizaron.
La actividad, organizada por la embajada de Francia en México y el Instituto Francés para América Latina (IFAL), ya se ha realizado en cinco ocasiones y este año fue la segunda edición en México. El jurado de Ocean Hackathon decide mediante un pitch un desarrollo tecnológico basado en el uso de datos libres y de otras entidades; en el país colaboraron las comisiones Nacional del Agua y Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad.
Los diez miembros del equipo que participaron en la solución del desafío, además de López Figue-roa y Fernández Cano Álvarez, son Luis Gerardo Canales, Ciencias de la Tierra y Matemáticas, UNAM; Ismael Contreras, ingeniero en Recursos Naturales Renovables, UACh; María Sara del Río, bióloga y matemática, UNAM; Joel Herrera, físico, Universidad Veracruzana; Christopher Foster, Ciencias de la Tierra, UNAM; Adrián Acevedo, biólogo, UNAM; Miriam Álvarez, ingeniera geóloga, UNAM, y Maru Bernal, bióloga, UNAM.