La producción de frutos rojos en México se realiza con mecanismos de dominio y subordinación

– Iván Cortés, alumno de la UAM, ganó segundo lugar del Premio Anual Dr. Ernest Feder. – Es autor del trabajo Capital monopolista financiero, agroindustria trasnacional y cadenas globales de valor.

UAM|JUEVES, 15 DE OCTUBRE DE 2020. El maestro Iván Cortés Torres, alumno del Doctorado en Estudios Sociales, con línea de conocimiento en Economía Social de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), recibió hoy un reconocimiento por haber obtenido el segundo lugar del Premio Anual Dr. Ernest Feder 2020, que otorga el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

En dicho certamen participó con la investigación Agroindustria trasnacional y cadenas globales de valor: una perspectiva desde el sector agroalimentario mexicano, en el que analiza –desde un enfoque teórico-metodológico– el carácter del ramo a nivel multinacional, configurado como una expresión del capital en el ámbito agroalimentario, ejerciendo el control desde la provisión de insumos, hasta los canales de comercialización.

México es el quinto productor mundial de frutos rojos o berries –que agrupan fresas, arándanos, zarzamoras, moras azules y frambuesas– que exporta en 97 por ciento bajo mecanismos de dominio y subordinación, incluida la explotación de la fuerza de trabajo de pequeños y medianos campesinos y jornaleros, así como de niños, jóvenes y mujeres que laboran en ese sector, por parte de agroindustrias, entre ellas la estadounidense Driscoll´s, aseveró Cortés Torres.

Con el ascenso de la globalización-neoliberal y el régimen de acumulación con dominación financiera a principios de la década de 1980, se creó un orden agroalimentario integral, enmarcado por la reconfiguración de los componentes de dominio y subordinación ejercidos por el capital monopolista-financiero –sobre todo estadounidense– sobre la agricultura de las naciones periféricas.

La reestructuración de la estrategia de Estados Unidos tuvo como componente fundamental el control de los precios de los comestibles en el orbe y estuvo dirigida contra países competidores europeos y asiáticos, pero –al no poder ejercer control sobre ellos, dado su alta protección agrícola– la maniobra fue encaminada hacia aquellos periféricos, en un marco de remoción de las barreras al comercio exterior y la firma de tratados.

En este momento, unas cuantas compañías controlaban 66 por ciento del mercado de semillas y cerca de 70 por ciento de agroquímicos, entre ellas Bayer, Syngenta y Dupont, mientras que otros pocos fabricantes de maquinaria agrícola hacían lo propio con 56 por ciento del mercado mundial, así como algunas comercializadoras de granos, sobre todo Cargill, con el manejo de 75 por ciento de la mercantilización de cereales básicos.

La consecuencia ha sido que 72 por ciento de países se convirtió en deficitario y México no es la excepción, porque dentro del Tratado de Libre Comercio sólo unos pocos se han podido insertar en la dinámica de la agroexportación, sobre todo de frutos y hortalizas.

Cortés Torres expuso en entrevista que al examinar la cadena de los berries, “observamos que está dominada por alrededor de 50 agroindustrias exportadoras y de ellas 22 ejercen el monopolio, al concentrar 85 por ciento de generadores del fruto”.

También se cultivan en Guanajuato y Michoacán –este último no sólo el primer productor de aguacate, llamado el oro verde, sino además de berrie, denominado el oro rojo– y son de trascendencia en materia de divisas, al ocupar el tercer sitio nacional, después del jitomate y el aguacate.

Las empresas se ubican o transfieren sus filiales a zonas idóneas, articulando a pequeños y medianos agricultores, campesinos, ejidatarios y comuneros a quienes llaman socios y les entregan un paquete tecnológico, ya que las compañías deben sujetarse a normas de inocuidad y sanidad; brindan asesoría técnica y se encargan incluso de contratar la fuerza de trabajo requerida.

Al final del ciclo productivo de los berries –de septiembre a febrero– la corporación recoge el fruto, lo empaca, selecciona y almacena en refrigeradores para mantener la cadena de frío y en tres días –transportado en camiones– estará en Estados Unidos.

En ese proceso, cada paso o fase debe ser visto como un continuo desde la concepción hasta la comercialización, porque dentro de todos los espacios “se generan amplios métodos de extracción de excedentes económicos, a partir de la alta exportación de la fuerza laboral, pues nos dimos cuenta, por ejemplo, de que hay mano de obra infantil, juvenil y femenina altamente explotada con jornadas de 13 horas y un pago de 160 pesos, unos 8.3 dólares”.

En una comparación de costos de producción entre una hectárea de arándanos en Estados Unidos y una en México “establecimos que en el segundo es 40 por ciento menor”, lo que se debe al bajo costo de los jornaleros, ya que la remuneración es de apenas 1.5 dólares, es decir, 28 pesos mexicanos por hora, contra unos 13.50 dólares por hora en territorio estadounidense.

Driscoll’s en una jornada pasa con sus vehículos a las cinco de la mañana a recoger a los trabajadores, quienes terminan su quehacer a las dos de la mañana en precariedad y “sin condiciones de sanidad ni seguridad social, porque son familias que llegan de Guerrero, van a Michoacán y después a la pizca de jitomate en Sinaloa”, precisó Cortés Torres.

Vía las cadenas de valor, la corporación hace suyo el excedente generado por esa explotación, lo que representa ganancias extraordinarias, si se considera que sólo en el ciclo agrícola 2017-2018 obtuvo ingresos anuales de 45 millones de dólares.

Cuando el fruto es empaquetado y enviado, sobre todo a Estados Unidos, Discoll’s lo vende a la cadena de tiendas Walmart, uno de los monopolistas financieros, que también exige una ganancia, dado su poder de mercado, “apropiándose –sin haber participado en el ciclo– de 60 por ciento del ingreso, Driscoll’s de 30 por ciento y el productor de apenas diez por ciento.

En ese orden agroalimentario y en los tratados de libre comercio, incluido el TLCAN, ahora T-MEC, “vemos quiénes son los favorecidos, cómo se articulan y cómo los apoyos continúan para los grandes exportadores, pues para ellos son destinados sustanciales recursos y subsidios, en detrimento de las mayorías”.

Dichos instrumentos exacerban los procesos de heterogeneidad estructural, dependencia y extraversión del sector agroalimentario mexicano, colocándolo en una situación alarmante, denotando quiénes han sido los verdaderos beneficiados de la globalización-neoliberal, puntualizó.

En la ceremonia de premiación, que se llevó a cabo en modalidad virtual, el doctor Armando Sánchez Vargas, director del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, dijo que el Premio Ernest Feder es uno de los más tradicionales y relevantes sobre temas agrícolas, que cobran gran importancia dada la situación tan complicada que hay en el país y en el campo mexicano.

Los trabajos galardonados son “de alta rigurosidad y fueron muy bien arbitrados; estamos seguros de que constituyen una contribución significativa para los estudios sobre las cuestiones agrícolas, y por ello estamos muy orgullosos” de los ganadores.

La doctora Jessica Tolentino Martínez, investigadora del mismo Instituto y parte del comité organizador del Seminario, afirmó que la pandemia de COVID-19 por la que pasa el país y el mundo “nos lleva a plantear la necesidad de construir políticas públicas de corte ascendente que reorienten las capacidades productivas de los actores en el campo para generar y aumentar la producción y la disponibilidad de los alimentos”.

Los otros ganadores fueron Felipe Torres Torres y Agustín Rojas Martínez, por Los alimentos procesados y la comida rápida como factor de vulnerabilidad ante las pandemias en México, y Laura Martínez Salvador, Loarry Gabriel Hernández y David Alvarado Ramírez, por Cadenas cortas de comercialización para el fortalecimiento de la seguridad alimentaria en la Ciudad de México.

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