Las escenas grabadas a su alrededor representan los 12 signos del Zodiaco
Foto cortesía de Leonardo Amezcua Ornelas |Mónica Mateos-Vega|Periódico La Jornada|Miércoles 17 de junio de 2020, p. 5. Durante siglos se pensó que las diferentes figuras (toros, peces, lunas) grabadas en la fuente que se encuentra en el centro de la ciudad de Acámbaro, Guanajuato, eran simples adornos. Sin embargo, investigaciones del restaurador Leonardo Amezcua Ornelas revelan una maravilla: en realidad se trata de un reloj solar y las escenas representan los 12 signos del Zodiaco, que marcan los cuatro rumbos cardinales de forma perfecta.
La sorpresa ha sido mayor al descubrirse que la compleja iconografía se basa no sólo en escenas mitológicas de la antigua tradición griega y mesopotámica, sino que tiene que ver con simbolismos de los alquimistas de la Edad Media, un conocimiento hermético en el siglo XVI.
Lo anterior querría decir que los misioneros franciscanos que fundaron Acámbaro en 1526 (quienes posiblemente encargaron la construcción de la fuente), fray Juan Lazo de Quemada y fray Antonio Bermul, apostaban por una nueva sociedad mucho más allá del dogma católico, basada en la diversidad cultural, la libertad de expresión y la apertura, dice Amezcua Ornelas en entrevista con La Jornada.
El también arquitecto detalla que inició sus investigaciones en 2012, primero en el templo del Hospital de Naturales, construido entre 1529 y 1532, considerado el edificio más antiguo del estado de Guanajuato.
La fachada de ese recinto, también ubicado en Acámbaro, contiene gran cantidad de estrellas y símbolos que historiadores del arte dijeron por años que sólo era un típico tapete decorativo que fusionaba algunos elementos de la tradición mesoamericana con elementos católicos.
Pero al indagar en diversas fuentes, Amezcua Ornelas comprobó que se trata de la representación plena y premeditada de un códice sagrado que representa el concepto del universo prehispánico, con el cielo, la tierra y el inframundo.
Ese códice-fachada tiene una medida aproximada de ocho metros de ancho por 12 de altura y guarda cierta relación con el ayate guadalupano, añade el especialista. Y si recordamos fechas, el templo fue construido entre 1529 y 1532, mientras las apariciones en el cerro del Tepeyac fueron en diciembre de 1531, lo que demuestra que ambos códices son contemporáneos y manejan la misma idea conceptual, precisó.
Cuando el restaurador dio a conocer esta primera idea en 2014 causó revuelo y varios colegas argumentaron que era imposible que en la época de la construcción del inmueble se hablara abiertamente de sincretismo, pues para las doctrinas católicas de entonces era imposible aceptar una fusión con religiones o creencias paganas.
Aquellas revolucionarias ideas finalmente fueron avaladas por investigadores de la delegación estatal del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Ahora, los nuevos datos obtenidos del estudio de la fuente-marcador solar confirman lo que desde un principio planteó el restaurador: los misioneros franciscanos no fueron evangelizadores comunes y corrientes.
Misioneros con visión universal
Realmente plantearon un renacer de la humanidad en tierras de América, donde ideas y creencias fueran toleradas, continúa. Sin embargo, con la llegada de otras órdenes y de la Inquisición, se coartó esa libertad de expresión religiosa que se basaba en la tolerancia; se destruyeron no sólo muchos documentos, sino algunos monumentos.
No sé por qué en Acámbaro se salvaron las dos estructuras que he estudiado, quizá alguien las protegió. Lo cierto es que hoy son una prueba irrefutable de la visión universal de aquellos franciscanos de los que, lamentablemente, también se intentó borrar el nombre. Sólo existe registro de su existencia en los documentos de fundación de Acámbaro, reitera el investigador Amezcua.
El marcador solar, ubicado en el costado norte del templo del Hospital de Naturales, es conocido desde la segunda mitad del siglo XX como fuente taurina por una de sus imágenes más notables: dos toros junto a un hombre en una suerte de faena. Data del siglo XVI, pero no existen documentos que lo avalen, y se fecha sólo por sus características estructurales.
Cuenta con 16 paneles en los que, además de los toros de lidia, se observan cabezas de cabra, peces australes, rostros humanos con vírgulas y la luna con ocho cuernos, entre otras imágenes que los habitantes del lugar definían como locuras de tiempos virreinales.
En el centro histórico había una columna que en los años 60 fue retirada por órdenes de un presidente municipal que propuso modernizar esa parte de Acámbaro. Fue gracias a que en los años 90 esa parte de la fuente se reconstruyó que hace unos meses Amezcua notó el fenómeno de sombras y se dio cuenta de que la fuente era un reloj solar.
“En el mes de mayo, en las mañanas, con el sol de levante, la sombra de la columna se proyecta sobre la escena del matador y los toros. Para mi sorpresa, cuando revisé diversos simbolismos de la mitología de las representaciones zodiacales, descubrí que la fuente taurina de Acámbaro no es otra cosa que la representación a nivel arquitectónico de la llamada Rueda de Ripley o Rueda de las Doce Puertas, la cual publicó en el siglo XV de manera formal el monje inglés George Ripley.
Amalgama
Los conceptos iconográficos amalgaman la antigua cábala cristiana y la alquimia, conocimientos manejados por grupos herméticos de la antigua Europa durante la Edad Media. Estas características hacen de este monumento un marcador solar único en América, no hay otro igual, detalla el investigador, quien se prepara para profundizar en el tema en su tesis de doctorado.
No sólo investigaré en la región de Acámbaro, sino más allá, para buscar vestigios de estos mismos procesos en la arquitectura de tipo sagrado, destruidos o borrados por intereses oscuros, concluye.