La senadora, que no logró suficientes apoyos en las primarias, pide tiempo antes de entregar su valioso apoyo a alguno de los candidatos que quedan.
PABLO GUIMÓN|Foto BRIAN SNYDER / REUTERS|El País|Washington – 05 MAR 2020 – 09:55. La senadora Elizabeth Warren abandona la carrera presidencial. Así lo ha confirmado la ya excandidata a las puertas de su casa en Cambridge (Massachusetts), acompañada de su marido y de su perro, en una comparecencia ante los periodistas en la que ha asegurado que no está aún preparada para anunciar a cuál de los aspirantes que siguen en la batalla apoyará.
Termina así una campaña marcada por un programa meticuloso, con medidas bien definidas y desarrolladas para tirar del Partido Demócrata hacia la izquierda. Warren, de 70 años, fue una de las primeras en presentar su candidatura para las primarias demócratas y llegó a ser la favorita en los sondeos en otoño del año pasado. Pero el contacto con la realidad de las urnas y los caucus fue malo para la aspirante: los decepcionantes resultados cosechados en las primeras citas (no pasó de tercera en ninguna de las cuatro primeras pruebas) fueron rematados por un Supermartes pésimo para sus expectativas, en el que incluso quedó tercera Massachusetts, el Estado al que representa en el Senado.
Desde el miércoles se esperaba una decisión sobre la continuidad de una carrera que ya no tenía posibilidades de llevar a ningún lado. Queda ahora saber a quién entregará su apoyo: al izquierdista Bernie Sanders, que sería una decisión más acorde a su programa, o al centrista Joe Biden, candidato en ascenso que, tras un arranque decepcionante, emerge ahora como el favorito de los votantes para derrotar a Trump. Ambos han hablado por teléfono con Warren después del martes. La senadora, en su comparecencia ante los periodistas, ha dicho que anunciará a favor de quién rema, pero ha pedido tiempo.
“Debo respirar profundamente y pensarlo bien”, ha dicho. “Necesito esperar un poco más». El apoyo de Warren sería bueno para Biden pero vital para Sanders, cuyas expectativas, tras un arranque fortísimo, han quedado sacudidas por el empuje del ex vicepresidente el Supermartes.
Las primarias demócratas, que empezaron como una multitudinaria carrera que reflejaba la diversidad (racial, generacional y de género) del partido, se queda reducida, con la salida de Warren, a una batalla entre dos hombres blancos septuagenarios.
Warren irrumpió en la escena política tras el terremoto de la crisis financiera de 2008, convirtiéndose en el azote de los excesos de Wall Street y el capitalismo salvaje. Valoró presentarse a las primarias de 2016 y finalmente se decidió cuatro años más tarde. Entró en la carrera prometiendo poner frenos al desmesurado e incontrolado poder de las grandes corporaciones.
Empezó con fuerza y su declive fue paulatino. En octubre, mientras las dudas acechaban la campaña de Sanders, que había sufrido un infarto en Las Vegas, Warren era la favorita. En diciembre, tocada por un debate en noviembre en el que fue el blanco de los ataques del resto de candidatos, se colocó en el límite entre los dos candidatos en cabeza y el resto del pelotón. Invirtió mucho en los primeros Estados, con una campaña sobre el terreno que era la envidia de sus rivales. Era buena en los debates, funcionaba en el contacto con los votantes. Pero los resultados no solo no llegaban, sino que iban a peor: tercera en Iowa, cuarta en New Hampshire, cuarta en Nevada, quinta en Carolina del Sur.
El poderoso auge de Sanders en el arranque del año fue expulsando a Warren de un carril de la izquierda que el senador por Vermont monopolizaba. Las propuestas elaboradas y detalladas de Warren provocaron entusiasmo entre una élite progresista, blanca y universitaria, pero no conectó con la clase trabajadora ni logró erosionar el poderoso movimiento juvenil que Sanders llevaba cuatro años construyendo.
La salida de Warren despeja definitivamente la pista de la izquierda para Bernie Sanders. Los seguidores del senador de Vermont le han reprochado a Warren que, al seguir con una carrera que ya no tenía posibilidades, privó a Sanders de unas victorias en algunos Estados que habrían sido claves el Supermartes, algo que puede haber dañado su camino a la nominación. Así se lo ha recordado también a Warren el presidente Trump, tras conocerse que abandonaba. “Le costó al loco Bernie, al menos, Massachusetts, Minnesota y Texas. ¡Probablemente le costó la nominación!”, ha tuiteado.
Al principio del proceso para encontrar al candidato demócrata para enfrentarse a Donald Trump en las elecciones del próximo 3 de noviembre, los votantes tenían ante sí a un destacado elenco de mujeres entre las que elegir, de diversas etnias, procedencias y cualificaciones. Cuatro senadoras, una congresista y hasta una escritora de autoayuda. Poco a poco, todas han ido cayendo. Kirsten Gillibrand, Kamala Harris, Marianne Williamson, Amy Klobuchar, Elizabeth Warren. Hoy solo queda Tulsi Gabbard, congresista de Hawai, cuya presencia —solo ha ganado un delegado en el territorio de Samoa Americana, donde nació, y nunca ha superado el 2% en ninguna encuesta— es poco menos que anecdótica.
Warren se ha referido al posible impacto del sexismo en su campaña, y ha asegurado que volverá sobre ello en el futuro. “Si dices que sí, que hubo sexismo en la carrera, te llaman quejica. Si dices que no, que no hubo sexismo, millones de mujeres piensan: ‘¿En qué planeta vives?’. Os lo prometo: tendré mucho más que decir sobre este tema más adelante”, ha dicho. Y ha lamentado: “Una de las cosas más duras de esto son todas esas niñas pequeñas que tendrán que esperar cuatro años más”.