PABLO L. BARBERO|Bimmer REUTERS|El Mundo|Berlín|Actualizado Lunes, 10 febrero 2020 – 17:42. La líder de la CDU ha quedado muy debilitada tras su cuestionada gestión de la crisis en Turingia. Tuvo que ser la propia Merkel, desde Sudáfrica, quien llamara al orden a su formación política
Annegret Kramp Karrenbauer, junto a Angela Merkel. Fabian
Alemania. La crisis de Turingia tensa la gran coalición alemana
Hablamos de Geopolítica. El ‘impeachment’ alemán
La crisis de Turingia se llevó por delante a un peso pesado de la política alemana, y posiblemente la mejor garante del legado de Angela Merkel. Annegret Kramp-Karrenbauer, presidenta de la Unión Cristiano Demócrata alemana (CDU) y hasta hoy favorita de los conservadores para relevar a Merkel, anunció que no se postulará a la Cancillería y que renunciará a la presidencia del partido una vez éste haya elegido un nuevo líder.
Aunque sorprendente, la decisión de AKK, como se la conoce en el mundillo político alemán, no coge totalmente por sorpresa a la sociedad alemana. El país ha visto con estupefacción cómo la crisis política del pequeño land del este alemán crecía en los últimos días como una bola de nieve. La elección el miércoles del liberal Thomas Kemmerich como presidente regional de Turingia con los votos de la CDU y la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) rompió el tabú instaurado desde la posguerra de no sumar mayorías con partidos de extrema derecha.
El principal problema de Kramp-Karrenbauer, que además es ministra de Defensa, es que no logró convencer a los diputados de la CDU en Turingia de que votar por Kemmerich ponía en riesgo a su propio partido y a la estabilidad política. Tuvo que ser la propia Merkel, que se encontraba de visita en Sudáfrica, quien llamara al orden a su formación política. Merkel lanzó un rotundo correctivo a la dirección de la CDU y se refirió a lo de Turingia como una «conducta imperdonable» en un «mal día para democracia».
«CORDÓN SANITARIO» A LOS POPULISTAS
Poco después del rapapolvo de la canciller dimitió el recién elegido presidente de Turingia y el Gobierno federal acordó la celebración de nuevas elecciones regionales. Merkel también destituyó a su correligionario Christian Hirte, un comisionado para la Alemania del Este que había celebrado en Twitter la elección de Kemmerich, y salvó la gran coalición con nuevas concesiones a los socialdemócratas y la garantía de defender el «cordón sanitario» a los populistas.
La intervención de Merkel sirvió para socavar aún más la autoridad de AKK. Como delfín de Merkel, la presidenta de la CDU adoleció de estar constantemente a la sombra de la todopoderosa canciller, lo que le impidió marcar un perfil propio. Y a su palpable falta de carisma se añadían unos apoyos demasiado escasos dentro del partido. Su política moderada choca contra un sector crítico que pide recuperar las viejas posiciones conservadoras. Durante su breve gestión al frente del partido, de apenas un año, la dirigente se esforzó, sin éxito, por reconciliarse con el ala derecha de la agrupación.
Y el episodio de Turingia fue la gota que colmó el vaso. No obstante, la mujer que se formó en política en el Sarre seguirá ligada a la cúpula del partido. «Pienso moderar el proceso para elegir candidato y mi renuncia a la candidatura me da más libertad. Después creo que la jefatura y la candidatura deberán quedar en las mismas manos», dijo hoy. La canciller decidió renunciar a la jefatura de la CDU por un tiempo transitorio para allanar el camino a su sucesora y darle visibilidad en primera línea política. Un experimento que ha terminado en fracaso. La canciller Merkel lamentó la salida de Kramp-Karrenbauer. «Asumo con el mayor respeto, pero también digo que lamento su decisión. Imagino que no ha sido fácil», aseguró en una comparecencia conjunta en la Cancillería con el primer ministro húngaro, Viktor Orban.
LA CONTAMINACIÓN DE LA AFD
La crisis en Turingia es sólo una muestra más de cómo la AfD ha contaminado la política alemana a todos los niveles. La presencia del partido ultra en el Parlamento ha desplegado un cordón sanitario que algunas corrientes conservadoras de la CDU no están dispuestas a respetar, como se vio en Turingia.
Muchos en la CDU consideran que el éxito de los ultraderechistas es causado en gran medida por la propia Merkel, que ha desplazado a la CDU hacia el centro del tablero político. Por su parte, la canciller y sus correligionarios critican que la formación no sea capaz de oponerse de forma frontal y consecuente a los postulados más radicales.
El principio de no pactar con las formaciones más extremas del tablero político, es decir, ni con la AfD ni con La Izquierda, ha puesto en aprietos a la CDU. El ascenso de AfD en el este y la fuerza que tiene La Izquierda en esa región del país hacía temer que llegara el momento en que en algún estado federado no hubiera una mayoría parlamentaria que no incluyera a uno de los dos partidos. Y ese momento llegó en Turingia.
Ahora la CDU queda de nuevo descabezada y la sucesión de Merkel, en el aire. Planean las dudas sobre si la canciller aguantará hasta el final de la legislatura, previsto para marzo de 2021. Su destino dependerá en gran medida de quién sea nombrado nuevo jefe del partido y candidato a la cancillería. De ser elegido un representante de la corriente más conservadora, y por tanto, probablemente abierto a pactos puntuales con la extrema derecha, el reinado de Merkel quedará tocado, y quizá hundido.