Las potencias mundiales se comprometen en Berlín a no interferir en la guerra y respetar el bloqueo a la ventade armas al país árabe impuesto en 2011.
CARMEN VALERO|El Mundo|Foto EFE|Berlín|Actualizado Domingo, 19 enero 2020 – 22:21. Acuerdo en respetar lo acordado. Este es el resultado de la Conferencia sobre Libia celebrada este domingo en Berlín y a la que asistieron, entre otros, el presidente ruso, Vladimir Putin; el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo; el premier británico, Boris Johnson; el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan; el egipcio Abdelfatah Al Sisi; el francés, Emmanuel Macron, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen y el alto represente de la UE Josep Borrell.
Los protagonistas del conflicto, el primer ministro libio, Fayez Serraj, y su rival, el mariscal Jalifa Haftar, sólo estuvieron de cuerpo presente. «No hablaron entre ellos y tampoco se sentaron en la misma mesa, pero siguieron los debates desde salas separadas y estuvieron disponibles para consultas», afirmó la canciller alemana, Angela Merkel, al término del encuentro.
Aun así, la anfitriona habló de «éxito», de «impulso» de «un gran paso en favor del proceso político que es necesario poner en marcha para solucionar el conflicto libio», es decir, de hacer respetar el alto el fuego ya pactado y cumplir del embargo de armas impuesto por la ONU en 2011. Pero no se habló de sanciones y tampoco de la propuesta del secretario general de la ONU, António Guterres, de desplegar una misión europea en Libia que verifique lo pactado y frene la internacionalización que ya ha tomado el conflicto. La diferencias entre Francia e Italia respecto a la cuestión de Libia hacían difícil esa posibilidad, suscrita en cierta medida por Borrell y la Comisión Europea. Merkel, sin embargo, aseguró que «Europa habla con una voz».
La Conferencia de Berlín, que movilizó en Berlín a 4.500 agentes de policía, llenó el cielo de helicópteros y provocó fuertes cortes de tráfico para dar paso a una treintena de delegaciones, acaba con un «continuará». El documento aprobado será llevado al Consejo de Seguridad, que lo asumirá como propio, y se creará una comisión de seguimiento abierta a los países de la zona que no fueron invitados a la Conferencia, entre ellos Túnez y Qatar, ausencias que Sarraj criticó públicamente.
La gestión multilateral del conflicto libio va sobre el papel y en lenguaje diplomático, «en la buena dirección». La cumbre, en la que estuvieron representados al máximo nivel todos los países que han metido la mano en el avispero libio convirtiéndolo en una amenaza para la estabilidad regional, más los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, ha producido en palabras de Guterres un documento «importante». Otra cosa es que se cumpla. Merkel dijo no tener ninguna ilusión, pues nada de lo acordado hasta ahora se ha cumplido y son muchos los intereses geoestratégicos y de seguridad en juego: control de una de las puertas de África en el Mediterráneo en términos de inmigración, lucha contra el contagio y expansión del terrorismo yihadista, debilitamiento de la OTAN por el flanco sur y, en mayúsculas, el control del petróleo.
El acuerdo de es, por tanto, ambicioso a partir de lo básico. Vuelve a apelar al cese de las hostilidades e insta, sin decirlo, a la retirada de las tropas y milicias extranjeras enviadas a Libia por terceros. Lo hace con el compromiso «a no interferir en el conflicto armado o en los asuntos internos de Libia» y son muchos los que han de darse por aludidos. Con hombres, armas, financiación o acción política, Egipto, Francia, Jordania, Rusia y Emiratos apoyan al mariscal Haftar, en cuyas manos está la mayor parte del país y la infraestructura petrolífera. A sus propias fuerzas, el mariscal suma unos 3.000 mercenarios de Sudán, miembros de las llamadas Fuerzas Rápidas de Apoyo (RSF). Se desplegaron en Libia en julio del pasado año a petición de Haftar y están acusados por la ONU de los mayores crímenes cometidos desde entonces en Libia, incluido el trafico de personas y esclavitud de los inmigrantes que llegan a ese país con la intención de alcanzar Europa.
El Gobierno de Serraj, reconocido por la ONU y desde abril de pasado año acorralado por las tropas y milicias de Haftar en Trípoli, cuenta con el apoyo abierto de Qatar, Italia y Turquía, que no sólo ha enviado tropas y armas a Serraj sino que le ha socorrido con 2.000 combatientes sirios que luchaban contra Asad.
Erdogan declaró antes de la cita en Berlín que «las esperanzas del proceso abierto en la capital alemana no deben ser sacrificadas por las ambiciones de los comerciantes de sangre y caos». No puso nombre a esos comerciantes, entre los que obviamente no se incluyó, pero la política turca en Libia tiene muchas aristas.
Merkel y Guterres afirmaron que todos los participantes en la conferencia pusieron gran atención de la infraestructura petrolera, columna vertebral economía libia. En víspera del encuentro en Berlín, Haftar decidió reforzar sus posiciones en la mesa de negociación ordenando el cierre de cinco puertos esenciales para la exportación del crudo. Eso ha obligado a la petrolera estatal a suspender todas sus actividades. La Corporación Nacional del Petróleo, la única empresa que funciona con normalidad y de la que dependen hasta los salarios de los soldados que combaten en la guerra civil, declaró el sábado el Estado de emergencia. La compañía advirtió en un comunicado que el paso dado por Haftar «hace imposible la exportación de petróleo» y aseguró que se perderá una producción de 800.000 barriles por día con un coste de 55.000 millones de dólares.
La conferencia de Berlín, que además de encarrilar la paz en Libia pone a prueba la vigencia del sistema multilateral: ha sido resultado de un largo proceso de consultas. Va precedida de la reunión que Putin y Erdogan mantuvieron en Moscú el pasado día 13 con Serraj y Haftar, quien aun contando con el apoyo de Moscú en la contienda, no firmó el documento de alto el fuego. Ahora se ha sabido que el militar, de 76 años, no regresó a Libia sino que viajó a Berlín para entrevistarse con representantes del Gobierno alemán. Tras varios días de consultas, Haftar viajó a Grecia, donde se entrevistó con su ministro de Exteriores, Nikos Dendias, siguiendo el principio de que el enemigo de mi enemigo [por Turquía], es mi amigo.