-A un año de la llegada de la caravana migrante. -En Tijuana piden al gobierno apoyo con los servicios; en Ciudad Juárez, más de 5 mil migrantes viven en las calles.
20/10/2019 05:59 ARTURO SALINAS Y CARLOSCORIA/ CORRESPONSAL/Excélsior/TIJUANA, B.C. Los albergues para migrantes que operan en la frontera norte llegan al final de 2019 sin recursos oficiales, por lo que enfrentan una severa crisis para atender a migrantes extranjeros en su paso hacia Estados Unidos.
“Aquí tenemos tres problemas muy complicados: comunidad de deportados, la comunidad que viene en tránsito nacional y la que está llegando de forma masiva del extranjero o que llegó y que siguen aquí, o que están siendo retornados de Estados Unidos a México y vienen de sur a norte” dice José María García Lara, director del Albergue Juventud 2000.
La cancelación de fondos como el de migralidad, tras la detección de desvíos, ha dejado a todos los albergues en la indefensión para brindar alimento, techo e higiene a miles de refugiados.
Es así que refugios como La Roca del Alfarero o el Juventud 2000 salen adelante con actividades como la venta de ropa donada, puestos ambulantes, entre otras.
“En el caso de Juventud 2000, con el apoyo de otras organizaciones, implementamos programas para vender pupusas con la comunidad salvadoreña, vamos a implementar otro para vender tacos con la comunidad mexicana, todo eso para obtener algunos recursos para comprar por lo menos el gas, más de tres mil 800 pesos para que haya agua caliente, porque viene la temporada fría” explicó García Lara.
Y no obstante que los migrantes centroamericanos construyen su propio albergue y que el gobierno federal prepara espacios para refugiarlos, los albergues que operan en Tijuana se preparan para recibir a quienes regresan de EU quienes, con el tiempo, empiezan a buscar trabajo y lugares para vivir por su cuenta, explicó Felipe Rodríguez, administrador del albergue la Roca del Alfarero.
Los encargados de los albergues piden al gobierno federal que, si no los apoyan con recursos, puedan ayudarlos con pagos de servicios o que, al menos, no se frene los donativos que iglesias y organizaciones extranjeras les hacen llegar, pero que son detenidos en las aduanas con diversos pretextos.
Por su parte, un estudio realizado por el Consejo Estatal de Población de Chihuahua, especificó que en Ciudad Juárez hay una red de 16 albergues, todos administrados y abiertos por organizaciones de la sociedad civil o religiones de algún tipo, quienes han asumido la responsabilidad para atender a más de siete mil centroamericanos y cubanos que se encuentran en esta frontera.
El estudio determinó que actualmente hay más de mil 400 migrantes albergados. El resto, más de cinco mil, viven en la calle, iglesias, casas abandonadas e incluso en hoteles. Los directivos de los refugios han coordinado esfuerzos con la ONU para trasladar a los migrantes que lo deseen, a sus lugares de origen, pero los recursos son escasos frente a la alta demanda.
Halló el amor en el refugio
TIJUANA, B.C.–Oriundo de Honduras, desde donde llegó en 2018 como parte de la caravana migrante, Pedro Córdova encontró el amor en el albergue Juventud 2000, y tras cuatro meses se casó con la encargada, Linda Romero.
Pedro salió de su país, en cuya capital, Tegucigalpa, nació hace 32 años, y luego de una travesía por el territorio nacional conoció a Linda, a quien comenzó a frecuentar después de que salió del albergue.
“Comencé a pasar todos los días, sólo para poder verla. Su sonrisa mejoraba todo para mí”, comentó.
Vencida la timidez, Pedro le pidió a Linda ser novios. “Yo le dije que quería cuidarla y que la quería a mi lado”.
Después de cuatro meses, Pedro y Linda decidieron casarse en el mismo albergue donde se conocieron y donde siguieron trabajando por un tiempo con el fin de ayudar a los recién llegados.
Pedro es más callado, tranquilo, pero es Linda la que alza la voz para exigir un mejor trato a los migrantes y aunque sabe poco de política exterior o diplomacia protesta día a día contra la actual política de Donald Trump.
La tenacidad de Evens
TIJUANA, B.C.– Se llama Evens Saint- Hilaire, llegó a Tijuana procedente de Brasil donde había trabajado los últimos años; y decidió quedarse aquí cuando el triunfo de Trump en la presidencia cerraba la posibilidad de pedir asilo en Estados Unidos.
Habla inglés, francés, español, brasileño y creolé, lengua de su natal Haití. Fue uno de los casi 20 mil haitianos que buscaban llegar a EU.
Su primer trabajo fue en una pequeña central de abastos de Tijuana, donde cargaba comida de perros hasta la cajuela de los clientes, a quienes saludaba en un correcto español. Empacaba granos y chiles siempre con una sonrisa.
Entre sus múltiples trabajos destacan clases en inglés y francés (que comenzó a dar en un salón prestado), tocar guitarra en algún bar de la calle Sexta hasta composturas de ropa, maletas, mochilas y cortinas.
Logró entrar a un call center donde su dominio de otros idiomas le ha ayudado a ganar un poco más y se volvió fan de los Xolos de Tijuana. Su meta es cursar una carrera en la Universidad Autónoma de Baja California.