Para superar el atolladero en que se encuentra luego de los comicios de 2018, el PAN debe renovarse a fondo y apostarle a la defensa del régimen de la “transición democrática”, considera Roberto Gil Zuarth. En entrevista con Proceso, advierte: de no renovarse el PAN, como todos los partidos tradicionales, el riesgo es que aparezca un movimiento populista de extrema derecha que capitalice el descontento ante López Obrador. El tiempo apremia pues, dice, el proceso electoral 2021 inicia en sólo 15 meses.
POR ÁLVARO DELGADO , 28 JULIO, 2019,ENTREVISTA, REPORTAJE ESPECIAL, CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- A un año de su derrota ante Andrés Manuel López Obrador y la coalición encabezada por Morena, el Partido Acción Nacional (PAN), primera fuerza de oposición de México, debe salir del “pasmo”, renovarse a fondo y declarar una “amnistía” para que regresen los panistas que se fueron, incluidos Margarita Zavala y Felipe Calderón, propone Roberto Gil Zuarth, quien recuerda que el proceso electoral 2021 inicia en sólo 15 meses.
El presidente del PAN, Marko Cortés, debe encabezar la “dirigencia de la transición democrática” en ese partido y convocar a la reunificación en el marco del 80 aniversario de su fundación, que cumple en septiembre, subraya el exsecretario particular de Calderón, quien a su vez construye su partido México Libre.
“Los necesitamos a todos. Marko debe poner eso sobre la mesa y si alguien no acepta por mezquindad, porque no le interesa o porque prefiere otra cosa, ya quedará de ellos”, subraya el exsubsecretario de Gobernación y exsenador, quien desde 2017 anticipó la derrota del PAN y de su candidato presidencial Ricardo Anaya.
–¿Cortés debe llamar a Margarita y Calderón a regresar al PAN?
–Sin duda. Y con toda intención y auténtico compromiso plantear el regreso de todos los que se fueron. No sólo a Margarita y a Felipe, sino a muchos otros que se fueron en el camino.
–¿También a Vicente Fox?
–Los que se fueron con la oferta de Morena y que hoy están desilusionados. No me refiero a los que brincaron a un cargo público, sino aquellos que no vieron en el PAN alternativa y que, para canalizar su enojo con el PRI, abrazaron la causa de Morena. ¿Esos no tienen regreso? Cuántos están en Movimiento Ciudadano, por ejemplo, en Jalisco.
Insiste: “¿Es imposible reconstruir la unidad, generar una amnistía, más por estado de necesidad que por una rebatinga pasada o un encono acumulado? ¿Es imposible esa reunificación? ¿Alguien la está pensando y hay alguien dispuesto a ponerla sobre la mesa? Yo no lo veo”.
Y si Cortés no asume con audacia su responsabilidad, lo deben hacer otras figuras o corrientes del PAN, que ven con preocupación el extravío del partido. “Si Marko no lo puede o no lo quiere hacer porque tiene restricciones de sus entornos, tiene que haber dentro del PAN otros que lo planteen”.
De lo contrario, advierte, el PAN seguirá su tendencia a la irrelevancia, igual que los partidos Revolucionario Institucional (PRI) y de la Revolución Democrática (PRD), repudiados por sectores de la sociedad que prefieren manifestarse de manera desorganizada, como la protesta del 30 de junio contra López Obrador.
“El gran reto de la oposición es entender que los partidos deben ser organizaciones que organicen a la sociedad. Pero para ser organizaciones que organicen a la sociedad, primero se tienen que organizar ellos, en particular el PAN”, subraya Gil Zuarth.
“El PAN debiera estar preocupado por organizarse internamente para poder ser la organización que organice a la gente, que hoy está saliendo a las calles de manera desorganizada, pero donde puede haber materia prima para construir posiciones políticas, movimientos sociales y alternativas electorales.”
Populismo de extrema derecha, el riesgo
Aspirante a la presidencia del PAN en 2010, ante Gustavo Madero, quien lo venció, Gil Zuarth advierte, en entrevista con el reportero, que de no renovarse el PAN, como todos los partidos tradicionales, el riesgo para México es que aparezca un movimiento populista de extrema derecha que capitalice el descontento ante López Obrador.
El PRI, dice el coordinador de la campaña presidencial de Josefina Vázquez Mota, no está renovándose tras la derrota y está viviendo lo mismo que vivió el PAN tras perder en 2012: Una “larga noche de cuchillos largos” entre los grupos de Madero y Calderón, y sobre quién se quedaba con el control del partido.
“El PRI está en esa condición muy parecida a la de nosotros en 2012: Quién paga los platos rotos. No veo un replanteamiento ideológico, una reflexión de qué les pasó, una autocrítica sobre el tipo de gobierno que fueron y todos los saldos que dejaron y que explican muchas de las cosas que están pasando hoy en el país.”
Pero en el PAN tampoco hay ese ejercicio: “Estamos por cumplir 80 años, hay un proceso de reforma estatutaria que no tiene hoy forma, por lo menos desde mi lejana comprensión, de hacia dónde va el partido, qué va a cambiar en su dinámica interna y, lo más importante, yo no escucho un replanteamiento ideológico programático. Es decir, qué vamos a representar frente a un régimen que se está formando”.
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Los partidos de oposición, incluido lo que queda del PRD, no han entendido que hay un cambio de régimen anterior. “El triunfo de López Obrador sí implica, en intención y en las decisiones, la sustitución del régimen de la transición democrática por un nuevo régmen. ¿Cuál es? Todavía no lo sabemos”.
Sin embargo, identifica algunas claves: “Un presidencialismo fuerte con construcción de hipermayorías, con una coalición ideológica en el partido gobernante de expresiones de derecha, empresarios, izquierda, socialdemócratas, una amalgama en una gran coalición de gobierno que está en Morena, que también es una incógnita qué tipo de partido va a ser, si se va a quedar Morena como un movimiento o va a transitar hacia un partido”.
Resume: “Hay todavía muchas incógnitas sobre qué tipo de régimen va a ser, pero es la construcción de un nuevo régimen y también la deconstrucción del régimen de la transición. La oposición lo tiene que entender para ofrecer una alternativa”.
Y alerta: “El riesgo de nuestras oposiciones es la irrelevancia. Por más que tengan poder, pero que no sean oídos ni escuchados por los ciudadanos, que no sean las plataformas naturales de presencia política de los ciudadanos y que sean irrelevantes”.
Ante este escenario, advierte de la gestación de un movimiento que termine por desplazar a los partidos de oposición para enfrentar a López Obrador.
“Si no se relegitiman los partidos políticos de oposición puede surgir otro movimiento tipo López Obrador, pero del lado contrario, que de alguna manera termine por desplazar a los partidos tradicionales, a los partidos de la transición, y entonces sea nuestra democracia una dialéctica entre movimientos personalistas: un movimiento de López Obrador contra una alternativa populista, pero de derecha.
–¿De corte empresarial?
–Empresarial o una captura de élites de movimientos políticos, cosa que está pasando en el mundo. México corre el riesgo de que se nos aparezca un Jair Bolsonaro (presidente de Brasil), un movimiento de derecha o de extrema derecha quizá con tintes oligarcas como en algunas partes de Europa.
Gil Zuarth explica que la irrelevancia de los partidos de oposición, aun cuando tengan presencia en el Congreso, es que no sean capaces de dar cause a la política y que sean dirigentes y corporaciones las que abanderen las demandas de sectores sociales, como lo están haciendo la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) y empresarios como Claudio X. González.
–¿Ese puede ser el germen de un movimiento que usted señala?
–Es altamente probable, porque, como en cualquier democracia, va a surgir un relato, una organización y liderazgos. La pregunta es si ese relato, esa organización y esos liderazgos van a surgir de los partidos tradicionales o va a venir de otro lado.
Lo que debe preocupar es una democracia que se configura con movimientos efímeros y personalistas, porque la virtud de la democracia representativa, que es la posibilidad del ciudadano de premiar o castigar a instituciones, sería rebasada.
“Un movimiento no permite el voto de premio o castigo de los ciudadanos, no hace posible la rendición de cuentas, que es la esencia de la democracia. Un movimiento que surge con una candidatura y desaparece tan pronto esa candidatura se convierte en gobierno o se convierte en una candidatura derrotada, no permite procesar la pluralidad ni tampoco permite que los ciudadanos puedan no solamente distribuir el poder, sino también redistribuirlo en función de los saldos del ejercicio de ese poder.”
Y el riesgo es que la democracia representativa actual, la gran herencia de la transición, termine en una democracia amorfa, de movimientos, personalista, “y que termine en una escalada en la que populistas sustituyan a populistas, más que instituciones”.
Peor aún, ante el fenómeno de la migración, “se puede incubar un movimiento radical de derecha extrema”, como ha ocurrido en otros países, sobre todo si la política del gobierno es de mano dura y se va generando la idea de que los migrantes amenazan el empleo, la seguridad y la convivencia pacífica.
“¿No nos podrá salir un Donald Trump, que diga: vamos a poner un muro grande y bonito en la frontera sur? ¿Y que empiece un movimiento político a partir de un enojo que se puede generar en estas dificultades de asimilar al diferente?”
Rubrica: “Y si además se le agregan los intereses económicos afectados por este cambio de régimen y de cambio de modelo económico, puede darse un coctel que pueda derivar en una oferta autoritaria, de mano dura, populista, pero del otro lado”.
El PAN, por la “transición 2.0”
De vertiginoso ascenso en el sexenio de Calderón, en el que fue diputado federal y subsecretario de Gobernación, Gil Zuarth no tiene duda de que, ante el nuevo régimen encabezado por López Obrador, la oferta del PAN debe ser la defensa del régimen de la transición democrática.
Además del llamado a todos los panistas que se fueron a que regresen, el PAN debe dejar de apostar a las diputaciones plurinominales para que el grupo dominante del partido mantenga sus privilegios y prepararse para la batalla electoral de 2021.
“Parece que falta mucho tiempo, pero en realidad no. Para una reconstrucción de este tamaño ya perdimos mucho tiempo: en un año tres meses comienza la intermedia y, en octubre de 2020, el PAN debe estar ya relativamente preparado, con un discurso claro, con liderazgos, con estrategia muy bien pensada, con claridad absoluta de dónde es competitivo y cómo elegir a sus candidatos para disminuir el conflicto interno y maximizar la rentabilidad electoral.”
Quince meses, en política, es un suspiro, dice Gil, quien advierte un “pasmo” en el PAN que, en vez de estar preocupado por organizarse para ser esa organización organizadora de la sociedad, está tratando de cachar las preocupaciones y animosidades que genera la agenda de López Obrador.
“Nos movemos de las estancias infantiles a la denuncia de la militarización de la Guardia Nacional, luego nos regresamos a defender a los investigadores y luego a la gente de Notimex y ahora a los policías federales. Está absolutamente dispersa nuestra atención”, subraya.
Lo primero que tiene que encontrar el PAN, aconseja, es identificar que el hilo conductor de todo lo que está pasando es la deconstrucción institucional. “El nuevo gobierno está desmantelando la transición”, ubica.
Y para que la gente aprecie el régimen político de la transición y defienda esas instituciones hay que recordarles cuál era el diseño y qué significaba el pluralismo.
“El mayor esfuerzo intelectual de la generación de la transición fue institucionalizar el pluralismo. Para que la pluralidad no esté en la calle, hay que meterla al sistema político a través de parlamentos plurales, de gobiernos divididos, una Suprema Corte independiente, mayorías calificadas para tomar las decisiones centrales, en fin, de un federalismo saludable.”
–¿El reto del PAN es recuperar la narrativa de la transición?
–Sí. El PAN tuvo una contribución notable en ese diseño, en su relato de la transición, en esa idea de cómo tendríamos que organizar políticamente una sociedad plural y, desde ese pasado, plantear los dos dilemas lacerantes del país, la corrupción y la desigualdad, y desde ahí construir las nuevas o los ajustes al modelo político de la transición. Es decir, construir la transición 2.0.
Pero advierte: “No vamos a recuperar la legitimidad hacia fuera si no demostramos que ya le entendimos y, con autocrítica, corregir cosas. Ya está muy claro que desigualdad y corrupción son los grandes vacíos del modelo transicional”.
Y sobre todo se debe erradicar la corrupción electoral: “¡No nos hagamos guajes! Ahí se da siempre el círculo vicioso de la corrupción: El que le mete dinero a la campaña, el gobernante lo premia con contratos que financian la siguiente campaña. Eso hay que decirlo fuerte y claro”.
Esta entrevista se publicó el 21 de julio de 2019 en la edición 2229 de la revista Proceso